Mientras leo el libro Cenizas en la aurora (recuerdo a la hija del presidente del Banco Santander (Portugal): “Mi papá murió buscando algo que es gratis. El aire, murió asfixiado en una cama de una UCI”. Su padre había fallecido por COVID 19. Y esto nos recuerda otra frase muy en boga en estos tiempos pero que casi nadie practica: “Sembrar un árbol es sembrar vida”.
Y Edwin Camasca nos habla
poéticamente del árbol, entre otros temas que tienen que ver con la naturaleza.
Así tenemos el caligrama, “Rayos X: arbiografía en 3D”. “Era / el árbol verde,
/ el fresco aire, / el bosque pulmón que pulsaba la vida”; además “ár /bol / de
/ la / vita”. Estos versos nos trasladan imaginariamente a la siguiente
escena: disfrutar de ese fresco aire bajo un gran árbol, luego en
agradecimiento por ese aire gratis abrazar ese árbol, del que ya casi nadie ve
como parte del bosque pulmón.
Y sobre la naturaleza,
Camasca, en su libro, también hace hablar al taita Arguedas: “Las madres
lagunas están agonizando y se mueren de sed los sembríos… Escribo siempre con
la sangre verde de los árboles”. Esta imagen nos recuerda al creador de Todas
las sangres cuando escribió en su diario: “Ese pino llegó a ser mi mejor
amigo… Le hablé con respeto”.
Claro, y si tenemos que hablar
de la naturaleza también se puede leer unos versos que hacen referencia a
Máxima Acuña: “Bajo el cielo azul sin nubes, / junto al apu San Francisco, /
lavo el agua con mis lágrimas”. En un mundo donde la minería destruye la
naturaleza (Camasca no está contra la minería responsable) aparecen héroes que
ingresan en el mundo poético “lavando el agua”.
Y según voy recorriendo las
páginas del libro de Camasca, viajo en el tiempo, a la época en que vivía a la
sombra de los árboles en algún lugar del Perú de la Selva Central: a la sombra
del nogal, del pacae, del mango; y donde se bebía agua del riachuelo
Shogoshtambo.