Entre su trabajo
novelístico tenemos: Con llorar no se
gana nada, Recuerdos de lluvia, La noche y sus aullidos (Premio Copé
2009).
La
noche y sus aullidos: libros
prohibidos con poder subvertir. En esta novela un periodista llega a
Kolkamarca (un pueblo ficcional) y se refugia en la casa de un comunero. Este
le cuenta cómo poco a poco el senderismo ha ido creciendo en la zona, desde la
prédica ideológica hasta la “guerra popular”, también ha sido testigo de los abusos
de parte de los militares, de las fosas comunes; además ha sido rondero, por
obligación y bajo amenaza. “Es pa no creer toda esta historia. Pero todo esto
ha ocurriu en este pueblo. Escríbalo así, tal como yo ley contau pa que la
gente sepa la verdá de las cosas” (Zuzunaga, 2011: 478).
El
papel de este personaje periodista es importante en la novela. A través de él
se pretende construir la memoria sobre la violencia, convirtiéndose en un
personaje peligroso para el discurso oficial. Por eso este personaje permanece
escondido de los agentes del Estado durante todo el tiempo que hace su trabajo.
Al respecto, Zuzunaga (2012), en una entrevista ha señalado que el trabajo del
periodista en esas épocas era peligroso.
Te recuerdo el caso de los periodistas asesinados en Uchuraccay.
Cuando ocurrió eso, el mundo entero tuvo una visión clara de las dimensiones
del accionar de las fuerzas armadas en contra de los subversivos. O sea, no les
importó utilizar a una pobre e indigente comunidad campesina en beneficio
propio, engañándolos y presionándolos para que los secundaran en ese abominable
crimen. Versiones confusas y amañadas daban conocimiento de masacres
sangrientas, de poblaciones que nada tenían que ver en estos enfrentamientos,
las que eran reportadas mediante comunicados oficiales diciendo que gran número
de terroristas estaban siendo aniquilados para el bien del país; pero, a la
prensa libre no se le permitía el acceso a esa zona del conflicto; más, al
contrario, la prensa libre estaba siendo constantemente acosada y hostilizada,
confiscándoles rollos de películas y grabaciones a muchos periodistas que se
atrevían a ir en busca de la verdad, incluso apresándolos bajo acusaciones de
estar ellos coludidos con los senderistas. Por eso, frente a esta realidad,
fueron los periodistas desde Lima a Uchuraccay. Y ya ves lo que ocurrió.
Eso: la memoria sobre los hechos de la violencia política
es una memoria peligrosa, que muchos prefieren sepultarla en el olvido. Sin
embargo, tanto en la realidad ficcional como en la realidad real, existen
personas que, contra viento y marea, pretenden aportar en la construcción de la
memoria. Ese es el caso de Kolkamarca en esta novela.
Kolkamarca
es una comunidad andina, donde se vive de la agricultura y la ganadería. Hay
una cierta paz en la vida de los campesinos, digo cierta paz, porque el abuso
de los hacendados en colusión con los agentes del Estado es considerado como
algo natural en la estructura social.
Este personaje era el amo y señor de grandes extensiones de
terrenos de cultivo y de pastizales, donde hacía de las suyas… Dotado de una
astucia sin igual, este señor era un consumado acaparador de riquezas, lo que
le otorgaba un cierto poderío y le permitía gozar de privilegios frente a las
autoridades de la región, quienes no dudaban en respaldarlos en sus litigios y
abusos (50).
La
ubicación de estos dos (hacendado y campesino) en la estructura social es parte
de la historia ancestral, de la tradición. Unos para obedecer, “porque queremos
estar así, porque dizque somos unos flojos, vagos, borrachos” (31). Otros para
mandar, porque “los ricos son buena gente” (116). Arriba y abajo, así en una
relación inalterable, natural. O sea, el ser vago, ocioso, borracho es la
naturaleza del campesinado. Ese carácter no se la quita nadie. En cambio, el
gamonal es un personaje diáfano, pulcro, lleno de bondad. Unos nacen malos y
otros nacen buenos por naturaleza. Ahí se puede apreciar la creencia de que la
plebe, en este caso el campesinado, es por naturaleza malo: bárbaro, inmoral, fuera
de la ley (Foucault, 2003: 282).
Sin
embargo, dicha situación se trastoca cuando unos personajes leen “libros
prohibidos” (51). Su lectura se convierte en un peligro para la existencia y la
continuidad de ese orden social; tiene el poder de hacer que el lector piense
“que los pobres ya no debemos seguir estando de rodillas frente a los
cogotudos, sino que debemos levantarnos y sacudirnos de tanta garrapata que nos
está chupando la sangre” (130).
Estos
libros que tienen el poder de alterar el pensamiento de los hombres son de la
autoría de José Carlos Mariátegui, Ciro Alegría, José María Arguedas, César
Vallejo[1].
La lectura de estos autores hace que Kolkamarca sea un hervidero de ideas
subversivas, de cuestionamientos a la forma de cómo se vive.
Pero qué país es ese donde estamos viviendo, que por qué no
hacemos algo para cambiar esta situación, que aunque sea hay que pelear contra
aquellos que permiten que esto suceda, que carajo la cólera es histórica… que
eso hasta la santa Biblia lo permite (297).
Entonces,
esa “cierta paz” del que hablábamos estalla en pedazos. Y la chispa que hace
que todo se convierta en un caos es la lectura de estos “libros prohibidos”
precisamente. Pero ¿quiénes son esos personajes que leen dichos libros y tienen
ese poder de convertir la paz en un caos? El hijo de un hacendado y un
profesor. Ellos son los que desencadenan la violencia a partir de sus lecturas
prohibidas, porque si no leían tales libros el mundo de Kolkamarca habría
seguido igual con su cierta paz, sin fosas comunes ni desaparecidas.
A los
campesinos, la actitud del hijo del gamonal les sorprende, dado que este se
rebela contra lo que representa su padre y que él mismo, como parte de la
costumbre, debería continuar. Es un poder que se transmite de generación en
generación, casi como en un reinado. Ese es lo natural. Por eso, al principio,
el accionar del joven hacendado, a pesar de que sus acciones transgredían el
orden, no se le consideraba un verdadero peligro. Sin embargo, este, del
discurso, pasa a la acción: se convierte en senderista y muere en un
enfrentamiento. Para tener una explicación mejor con respecto a transgresión y
subversión, veamos lo que dice Ubillluz (2006: 39): “La transgresión completa
la ley. La subversión por el contrario no se contenta con ser la válvula de
escape y aspira a transformar el orden social”.
Esto
es, si este personaje se hubiera quedado solo en la transgresión, o sea, en el
discurso, no habría sido muerto. Luego de su acto transgresor habría vuelto a
la normalidad: él mandaba y el casi siervo campesino obedecía.
El
segundo personaje lector de libros prohibidos es un profesor que pregona contra
el Gobierno.
Este enseñaba a sus alumnos pensamientos peligrosos y prohibidos,
esos pensamientos a favor del pueblo oprimido, esos pensamientos que tienen
muchos personajes históricos y, también, porque en sus discursos cívicos,
siempre censuraba la acción represiva y dictatorial del Gobierno (342).
Aunque,
este, a diferencia del hijo del gamonal, no se incorpora a las columnas
subversivas. Su trabajo está en el plano del discurso, de la argumentación, de
la prédica. Pero que, a los ojos de los representantes de Estado, es un peligro
que debe ser eliminado.
¿Y lo que ese cojudo está pregonando por todo sitio? ¿Y los libros
que lee? ¿Y los ejemplos que nos pone en las asambleas comunales? ¡Es un
terrorista de mierda! (345).
Agarre a ese terruco y desaparézcalo (347).
Este
profesor influye, dado su trabajo en las aulas, en los jóvenes de manera
directa, y que por su reputación de conocedor, de leído, también tiene
influencia en los campesinos, en menor grado con respecto a sus alumnos. Por
eso, quienes escuchan sus argumentaciones optan por la violencia. ”Lo único que
yo quiero es que usté me oriente y me asesore, así como usté luistá orientando
y asesorando al Tomascha, pa yo también irme en busca de los senderistas (381).
Es a través de este personaje que el discurso senderista cala en la conciencia
de algunos jóvenes, quienes eligen ese camino de manera voluntaria, sin presión
ni amenazas.
Esta
misma idea donde algunos se incorporan de manera voluntaria a las filas
senderistas también lo encontramos en Memorias
de un soldado (Gavilán, 2012) quine narra su experiencia como senderista,
luego como soldado del Ejército, después como sacerdote. En este texto, no
ficcional, él señala que su incorporación a las filas senderistas fue de manera
voluntaria y que, por lo menos, en los primeros años de la década del ochenta
era normal que muchos jóvenes hicieran lo mismo, dado la prédica senderista y
la miseria en el que vivían los campesinos. Esta idea también es sostenida por
Sánchez (2005: 401).
Regresando
a la ficción, en esta novela, encontramos el trabajo “pedagógico” del senderismo.
Sin pizarra, ni tiza, ni laptops. Solo con la argumentación, a partir de una
tesis: la sociedad en el que se vive es injusta, por lo tanto, es necesario
subvertirla. Dicho discurso poco a poco va a calar en el imaginario de algunos,
que, se supone, no han podido darse cuenta que el gamonal era un abusivo y
explotador, que vivía a expensas de los campesinos durante décadas.
Y es
el personaje profesor, también el hijo del gamonal, quienes tienen el poder de
mostrarles a los otros, a través de su saber, lo que “no veían”, a pesar de que
los hechos estaban en sus narices. Pero una vez que logran “ver”, que “abren
los ojos”, todo se convierte en un caos, de muerte y de sangre: unos dejan su
familia para incorporarse en las filas subversivas, a una muerte casi segura,
que hará de Kolkamarca un lugar de huérfanos, viudas, viudos y niños con padres
desconocidos, producto de las violaciones sexuales. La poca paz en el que
vivían antes ha sido destruida por la irrupción de la lectura de estos libros
prohibidos.
Portocarrero
(2012: 27) analizando otro caso ha lanzado una pregunta al respecto: ¿Por qué
abrir los ojos se convierte en odio y violencia?”. Y pone como ejemplo un
relato de Néstor Cabrera, donde un cura utiliza el conocimiento para explotar a
los campesinos. “Predice” la muerte de la luna (eclipse), a modo de castigo por
no querer pagar el diezmo. Luego Portocarrero escribe: “Imaginemos que los
indios se educan y acceden a los almanaques. Entonces “abren los ojos” y se dan
cuenta de que han sido cínicamente explotados” (29).
En la novela de Zuzunaga, sin embargo, lejos estaban los
personajes de “predecir” de lo que vendría luego, los asesinatos, torturas y
desapariciones, fosas comunes.
[1] Más allá de la ficción, estos autores, en época de la violencia
política, a los ojos de la policía y militar, fueron considerados subversivos.
Esto nos recuerda que, luego del levantamiento de Túpac Amaru II, se prohíbe la
circulación de Los comentarios reales
del Inca Garcilaso de la Vega (Roca, 2013: 91) por ser considerado peligroso
para el gobierno español.
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