Entre su producción
novelística tenemos Agosto todo el año (1975),
Tierra sin cosecha (1978), Los tres estamentos (1986), Obdulia de los alisos (1989), Bajada
de reyes (2011), La niña de nuestros
ojos (2010).
La
niña de nuestros ojos: Entre dos
fuegos. Sobre la novelística de
Arribasplata, Escajadillo (1994a: 204) ha dicho que
Con cada libro ha ido madurando y acelerando sus instrumentos; sus
novelas ya no están precedidas por citas de Mao sino que lo social se imbrica
con la vida real de los campesinos, con una vocación marcada por la oralidad.
Sin
embargo, cuando Escajadillo escribía esto, aún no había sido publicada La niña de nuestros ojos (2010). En esta
novela las citas de Mao están presentes. La historia narrada así lo exige, dado
que sus personajes son maoístas, quienes se encuentran en guerra contra el
Estado peruano. Lo narrado se centra en las peripecias de estos personajes en
combate, claramente senderistas, aunque el autor ha evitado nombrar al
senderismo: llama presidente Rodrigo al jefe de los alzados en armas, en vez de
“presidente Gonzalo”, o pensamiento Rodrigo en lugar de pensamiento Gonzalo.
Así, mientras vamos leyendo la novela encontramos que sus personajes y sus
diálogos nos muestran, de manera indudable, que estos son integrantes del
PCP-SL, con sus citas maoístas y la frase conocida de “ojos y oídos del
Partido” (Arribasplata, 2010: 29).
Estos
miembros del Partido pretenden incorporar a sus filas a los campesinos. Sin
embargo, en ese intento, les imponen sus planteamientos. “Nadie debe discrepar
de la línea del Partido y del pensamiento Rodrigo” (142). Así este resulta
convirtiéndose en enemigo de las comunidades campesinas[1].
La visión del mundo de los subversivos resultan ajenas a la historia milenaria
del ande[2].
Veamos algunos rasgos del Partido. En plena guerra, se
presenta una contradicción interna. Entonces se tiene dos frentes de lucha:
uno, contra el Estado; dos, contra los que “se han convertido en caja de
resonancia del revisionismo capitulero y son el fardo derechista que la
revolución arrastra y debe aplastar” (144). Esto último, lo solucionan,
primero, a través de las discusiones ideológicas, luego “si no se rectifican
con urgencia, sino expulsan de sus carcomidos cerebros la basura burguesa de la
conciliación” (145), con la eliminación física, el asesinato, para poder luchar
en un solo frente, porque el hecho de presentar dos frentes de batalla los
debilitaría, “haciendo fracasar la acción y provocando la masacre no solo de
compañeros de la cárcel sino también de rescatistas” (144).
Este
tipo de situación, en la que se “elimina” a los integrantes, es parte de la
historia de los partidos socialistas y comunistas[3].
Ese es el caso del PCP-SL, al iniciar su guerra popular.
Acuerdo que fuera logrado en medio de tres intensas luchas: la
primera, contra la línea oportunista de derecha... La segunda lucha fue contra
una nueva línea derechista... La tercera lucha fue con las divergencias en la
izquierda (PCP, 1988a).
Esto
sucedía en 1979, sin embargo, no era la primera vez. Luego de que Mariátegui
pusiera la primera piedra del Partido Comunista[4],
hubo una serie de luchas internas que se traducía en expulsiones de sus
integrantes y la conformación de nuevos grupos hasta llegar a una ramificación
impresionante de partidos comunistas y socialistas en el Perú. Cada una de
ellas con sus propias versiones de lo que ellos llaman lucha de dos líneas[5]
para quitar de en medio al que se desviaba un poco de los postulados del
partido.
Regresando a la novela, los personajes subversivos que
irrumpen en la comunidad andina han sido retratados detalladamente: sus
pensamientos, sus vivencias, sus costumbres. Para ello el autor ha construido
los diálogos con un alto contenido ideológico:
marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento Rodrigo. En el amor, en la guerra, en el
descanso, estos personajes insurgentes usan de manera constante frases alusivas
a ello. Incluso después de hacer el amor, le dice una combatiente a su pareja:
“Qué individualista te vuelves. El Partido lo va a saber y te van a tachar de
desviacionista” (153).
Cada
situación que se les presenta es motivo para lanzar alguna frase donde se
aprecie la ideología de los subversivos.
Quien no lee ni estudia, no tiene derecho a opinar, dice el
camarada Mao (28).
Aplicando creadoramente los nueve pasos para aplastar esta forma
de contrarrevolución, señalados por el presidente Mao Tse Tung, los camaradas
de Cangallo aplastaron al ejército blanco (89).
Cuidar el partido como la niña de nuestros ojos (160).
Sin embargo, esta ideologización excesiva hace que
cumplan al pie de la letra las directivas planteadas por el Partido, aunque los
lleve al fracaso.
No se puede detener las decisiones y directivas del Partido.
Aplazarlas significa retroceso y vacilación (177).
La arrogancia táctica de Ernesto nos ha jodido (187).
Las
acciones llevadas a cabo bajo el pensamiento Rodrigo fracasan estruendosamente.
Las comunidades campesinas son arrasadas por el pensamiento Rodrigo, discurso
que pretendía hacerla parte del proyecto de un país socialista.
La
novela en ese sentido, es un deslinde contra el PCP-SL, crítica que coincide
con Ibarra (2010: 105), quien en la ensayística ha dicho que “actúo como una
secta donde su ‘jefe’ oficiaba de Dios de carne y hueso, infalible y
omnipotente…”. Ambas publicaciones distan apenas unos meses.
Sin
embargo, no solo el Partido tiene problemas de comunicación con los campesinos
del mundo andino. Es el caso del Estado peruano, que ni siquiera tiene la
intención de entrar en contacto con ellos. Simplemente, ante la presencia de
elementos subversivos, que es una amenaza al mismo Estado, hace uso de su
fuerza destructiva para contrarrestar el peligro. En este caso, todo acto
ilegal, injusto e inmoral los agentes del Estado lo justifican.
Será abigeo como su taita (168).
Este es la clase de soldado que queremos… Hombre desprovistos de
moral sentimental y dispuesto a matar a cualquier punto que se mueva fuera de
nuestra órbita (169).
Todo lo comieron los militares. Todo lo cargaron en un camión
(207).
Ese tipo
de soldado tiene su correlato con la realidad, por ejemplo, Montesinos, acusado
primero de traición a la patria, luego de corrupción; también a De Bari
Hermosa. Ambos egresados de la Escuela de las Américas (EEUU), conocida como
Escuela de Asesinos, donde se dictaba las instrucciones para eliminar a cualquier
ser “que se mueva fuera de su órbita”, o sea, al ser diferente, al otro. No es
gratuito entonces que las mayores masacres se hayan dado en las comunidades
andinas justamente por estar fuera de esa órbita.
Regresando
a la ficción, las características sobre el agente perfecto del Estado, como un
ser canalla, delincuente y repudiable, ha sido trabajado también por Rafael
Inocente en su novela La ciudad de los
culpables. “El policía (es) reclutado de entre las gentes del más bajo
nivel intelectual- casi fronterizos, la mayoría, canallas…” (Inocente,
2007:133).
Así, La niña de nuestros ojos muestra a la
comunidad campesina de Yonán atrapada entre dos fuegos, un pueblo que no
participó de la guerra de manera directa, pero que sufrió las consecuencias de
ella. Subversivos y agentes del Estado irrumpieron en ese ambiente de tranquilidad
y de paz. “Han sufrido la embestida de milicos, ronderos y guerrilleros” (121).
Para
los campesinos de Yonán, la guerra solo ha traído caos, muerte y desolación. No
se identifican con ninguno de los bandos: “Anticristo los dos, señor” (207). Se
añora el pasado donde “trabajamos, bebemos y queremos a nuestro modo” (118).
Ante
tanta destrucción solo les queda un camino: huir fuera del alcance de las balas
y las metrallas para iniciar una nueva vida. “Nos están obligando a volvernos
cerreños. Conozco un sitio donde podremos estar bien ocultos, con agua y pasto
para los animales (…) Nos espera nuestra nueva posada” (121).
Sin
embargo, la guerra arrasa con todo lo que encuentra a su alrededor, todo lo
absorbe, todo lo devora. A pesar de que los campesinos pretendan huir, son aniquilados.
Estamos ante una novela de final trágico, en ese sentido se parece a la novela Noche de relámpagos de Félix Huamán
Cabrera[6].
Dicha tragedia es provocada por concepciones distintas a
la visión del hombre andino. El Estado y el Partido son entes foráneos que se
convierten en enemigos de ella. Y ese hecho, una vez más en la historia,
amenaza con arrasar la comunidad andina. Sin embargo, la novela ofrece un
camino: mimetizarse con la naturaleza, hacerse invisible ante el hombre
invasor, lo occidental, y seguir viviendo, aunque en este caso con resultados
catastróficos.
Así la comunidad de Yonán se convierte en personaje de la
novela. En eso se parece a Yawarhuaita de Candela
quema luceros (Félix Huamán Cabrera).
[1] Domínguez (2011), haciendo un análisis de La niña de nuestros ojos, ha escrito “lo de Sendero Luminoso no fue
una guerra india, sino una rebelión de criollos mestizos disconformes con el
sistema”. Según él, eso demuestra la derrota de SL ante las fuerzas del Estado
peruano.
[2] Las comunidades andinas viven de la
agricultura y la ganadería principalmente. Sus costumbres y tradiciones tienen
arraigo en eso. Sin embargo, no son comunidades aisladas de la “civilización”,
se apropian de elementos culturales de lo occidental, en la música, en la
religión, en la danza: sincretismo cultural, proceso que cinco siglos desde la
llegada de los españoles.
[3] Los partidos socialistas y comunistas o eran moscovitas, o pekineses,
o albaneses, etc. Al respecto, Félix Huamán Cabrera (2003) en su novela Qantu hace
hablar a uno de sus personajes: “Ellos quieren hacer su revolución ‘al estilo
de’, nosotros no necesitamos imitar a nadie, tenemos principios suficientes
para guiar nuestro destino”. Pero es Miguel Gutiérrez quien ha trabajado la
ramificación de estos partidos en su novela Confesiones
de Tamara Fiol.
[4] Mariátegui fundó el Partido Socialista en 1928. Luego de su muerte fue
cambiado por Partido Comunista en 1930.
[5] Durante la violencia
política, el PCP-SL afrontó varias veces esa lucha de dos líneas. Se cree que
Julio César Mezich y Osmán Morote fueron “entregados” a los agentes del Estado
por orden de Guzmán, a raíz de discrepancias con este. Al respecto, Juan
Cristóbal, periodista y poeta, relata en su cuenta de Facebbook (https://www.facebook.com/juan.cristobal.31/posts/10154484951582138)
que entrevistó a miembros de Socorro Popular, publicada por el semanario
Amauta. Al día siguiente de la publicación, el local del semanario fue remecido
por una bomba y una nueva versión sobre los asuntos tratados por los
entrevistados fue dejado por los atacantes, señalando que ellos eran los
verdaderos miembros de Socorro Popular, es decir, la lucha interna (división) lo gritaron a los cuatro vientos. Luego,
en la década del 90, después de la caída del Comité Central, se llega a la
escisión en dos grupos irreconciliables: unos optan por la continuación de la
guerra y otros, por un “acuerdo de paz”. Los primeros acusan al segundo de derechismo
y estos, de izquierdismo a aquellos.
[6] Dante Castro en La guerra del
Arcángel San Gabriel, cuento, ha construido personajes que, a diferencia de
estas dos novelas, se arman y repelen a tanto a subversivos como agentes del
Estado. Es un final no trágico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario