Miguel Arribasplata



Entre su producción novelística tenemos Agosto todo el año (1975), Tierra sin cosecha (1978), Los tres estamentos (1986), Obdulia de los alisos (1989), Bajada de reyes (2011), La niña de nuestros ojos (2010).
La niña de nuestros ojos: Entre dos fuegos. Sobre la novelística de Arribasplata, Escajadillo (1994a: 204) ha dicho que

Con cada libro ha ido madurando y acelerando sus instrumentos; sus novelas ya no están precedidas por citas de Mao sino que lo social se imbrica con la vida real de los campesinos, con una vocación marcada por la oralidad.

Sin embargo, cuando Escajadillo escribía esto, aún no había sido publicada La niña de nuestros ojos (2010). En esta novela las citas de Mao están presentes. La historia narrada así lo exige, dado que sus personajes son maoístas, quienes se encuentran en guerra contra el Estado peruano. Lo narrado se centra en las peripecias de estos personajes en combate, claramente senderistas, aunque el autor ha evitado nombrar al senderismo: llama presidente Rodrigo al jefe de los alzados en armas, en vez de “presidente Gonzalo”, o pensamiento Rodrigo en lugar de pensamiento Gonzalo. Así, mientras vamos leyendo la novela encontramos que sus personajes y sus diálogos nos muestran, de manera indudable, que estos son integrantes del PCP-SL, con sus citas maoístas y la frase conocida de “ojos y oídos del Partido” (Arribasplata, 2010: 29).
Estos miembros del Partido pretenden incorporar a sus filas a los campesinos. Sin embargo, en ese intento, les imponen sus planteamientos. “Nadie debe discrepar de la línea del Partido y del pensamiento Rodrigo” (142). Así este resulta convirtiéndose en enemigo de las comunidades campesinas[1]. La visión del mundo de los subversivos resultan ajenas a la historia milenaria del ande[2].
            Veamos algunos rasgos del Partido. En plena guerra, se presenta una contradicción interna. Entonces se tiene dos frentes de lucha: uno, contra el Estado; dos, contra los que “se han convertido en caja de resonancia del revisionismo capitulero y son el fardo derechista que la revolución arrastra y debe aplastar” (144). Esto último, lo solucionan, primero, a través de las discusiones ideológicas, luego “si no se rectifican con urgencia, sino expulsan de sus carcomidos cerebros la basura burguesa de la conciliación” (145), con la eliminación física, el asesinato, para poder luchar en un solo frente, porque el hecho de presentar dos frentes de batalla los debilitaría, “haciendo fracasar la acción y provocando la masacre no solo de compañeros de la cárcel sino también de rescatistas” (144).
Este tipo de situación, en la que se “elimina” a los integrantes, es parte de la historia de los partidos socialistas y comunistas[3]. Ese es el caso del PCP-SL, al iniciar su guerra popular.

Acuerdo que fuera logrado en medio de tres intensas luchas: la primera, contra la línea oportunista de derecha... La segunda lucha fue contra una nueva línea derechista... La tercera lucha fue con las divergencias en la izquierda (PCP, 1988a).

Esto sucedía en 1979, sin embargo, no era la primera vez. Luego de que Mariátegui pusiera la primera piedra del Partido Comunista[4], hubo una serie de luchas internas que se traducía en expulsiones de sus integrantes y la conformación de nuevos grupos hasta llegar a una ramificación impresionante de partidos comunistas y socialistas en el Perú. Cada una de ellas con sus propias versiones de lo que ellos llaman lucha de dos líneas[5] para quitar de en medio al que se desviaba un poco de los postulados del partido.
            Regresando a la novela, los personajes subversivos que irrumpen en la comunidad andina han sido retratados detalladamente: sus pensamientos, sus vivencias, sus costumbres. Para ello el autor ha construido los diálogos con un alto contenido ideológico: marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento Rodrigo. En el amor, en la guerra, en el descanso, estos personajes insurgentes usan de manera constante frases alusivas a ello. Incluso después de hacer el amor, le dice una combatiente a su pareja: “Qué individualista te vuelves. El Partido lo va a saber y te van a tachar de desviacionista” (153).
Cada situación que se les presenta es motivo para lanzar alguna frase donde se aprecie la ideología de los subversivos.

Quien no lee ni estudia, no tiene derecho a opinar, dice el camarada Mao (28).

Aplicando creadoramente los nueve pasos para aplastar esta forma de contrarrevolución, señalados por el presidente Mao Tse Tung, los camaradas de Cangallo aplastaron al ejército blanco (89).

Cuidar el partido como la niña de nuestros ojos (160).

            Sin embargo, esta ideologización excesiva hace que cumplan al pie de la letra las directivas planteadas por el Partido, aunque los lleve al fracaso.

No se puede detener las decisiones y directivas del Partido. Aplazarlas significa retroceso y vacilación (177).

La arrogancia táctica de Ernesto nos ha jodido (187).

Las acciones llevadas a cabo bajo el pensamiento Rodrigo fracasan estruendosamente. Las comunidades campesinas son arrasadas por el pensamiento Rodrigo, discurso que pretendía hacerla parte del proyecto de un país socialista.
La novela en ese sentido, es un deslinde contra el PCP-SL, crítica que coincide con Ibarra (2010: 105), quien en la ensayística ha dicho que “actúo como una secta donde su ‘jefe’ oficiaba de Dios de carne y hueso, infalible y omnipotente…”. Ambas publicaciones distan apenas unos meses.
Sin embargo, no solo el Partido tiene problemas de comunicación con los campesinos del mundo andino. Es el caso del Estado peruano, que ni siquiera tiene la intención de entrar en contacto con ellos. Simplemente, ante la presencia de elementos subversivos, que es una amenaza al mismo Estado, hace uso de su fuerza destructiva para contrarrestar el peligro. En este caso, todo acto ilegal, injusto e inmoral los agentes del Estado lo justifican.

Será abigeo como su taita (168).

Este es la clase de soldado que queremos… Hombre desprovistos de moral sentimental y dispuesto a matar a cualquier punto que se mueva fuera de nuestra órbita (169).

Todo lo comieron los militares. Todo lo cargaron en un camión (207).

Ese tipo de soldado tiene su correlato con la realidad, por ejemplo, Montesinos, acusado primero de traición a la patria, luego de corrupción; también a De Bari Hermosa. Ambos egresados de la Escuela de las Américas (EEUU), conocida como Escuela de Asesinos, donde se dictaba las instrucciones para eliminar a cualquier ser “que se mueva fuera de su órbita”, o sea, al ser diferente, al otro. No es gratuito entonces que las mayores masacres se hayan dado en las comunidades andinas justamente por estar fuera de esa órbita.
Regresando a la ficción, las características sobre el agente perfecto del Estado, como un ser canalla, delincuente y repudiable, ha sido trabajado también por Rafael Inocente en su novela La ciudad de los culpables. “El policía (es) reclutado de entre las gentes del más bajo nivel intelectual- casi fronterizos, la mayoría, canallas…” (Inocente, 2007:133).
Así, La niña de nuestros ojos muestra a la comunidad campesina de Yonán atrapada entre dos fuegos, un pueblo que no participó de la guerra de manera directa, pero que sufrió las consecuencias de ella. Subversivos y agentes del Estado irrumpieron en ese ambiente de tranquilidad y de paz. “Han sufrido la embestida de milicos, ronderos y guerrilleros” (121).
Para los campesinos de Yonán, la guerra solo ha traído caos, muerte y desolación. No se identifican con ninguno de los bandos: “Anticristo los dos, señor” (207). Se añora el pasado donde “trabajamos, bebemos y queremos a nuestro modo” (118).
Ante tanta destrucción solo les queda un camino: huir fuera del alcance de las balas y las metrallas para iniciar una nueva vida. “Nos están obligando a volvernos cerreños. Conozco un sitio donde podremos estar bien ocultos, con agua y pasto para los animales (…) Nos espera nuestra nueva posada” (121).
Sin embargo, la guerra arrasa con todo lo que encuentra a su alrededor, todo lo absorbe, todo lo devora. A pesar de que los campesinos pretendan huir, son aniquilados. Estamos ante una novela de final trágico, en ese sentido se parece a la novela Noche de relámpagos de Félix Huamán Cabrera[6].
            Dicha tragedia es provocada por concepciones distintas a la visión del hombre andino. El Estado y el Partido son entes foráneos que se convierten en enemigos de ella. Y ese hecho, una vez más en la historia, amenaza con arrasar la comunidad andina. Sin embargo, la novela ofrece un camino: mimetizarse con la naturaleza, hacerse invisible ante el hombre invasor, lo occidental, y seguir viviendo, aunque en este caso con resultados catastróficos.
            Así la comunidad de Yonán se convierte en personaje de la novela. En eso se parece a Yawarhuaita de Candela quema luceros (Félix Huamán Cabrera).




[1] Domínguez (2011), haciendo un análisis de La niña de nuestros ojos, ha escrito “lo de Sendero Luminoso no fue una guerra india, sino una rebelión de criollos mestizos disconformes con el sistema”. Según él, eso demuestra la derrota de SL ante las fuerzas del Estado peruano.
[2] Las comunidades andinas viven de la agricultura y la ganadería principalmente. Sus costumbres y tradiciones tienen arraigo en eso. Sin embargo, no son comunidades aisladas de la “civilización”, se apropian de elementos culturales de lo occidental, en la música, en la religión, en la danza: sincretismo cultural, proceso que cinco siglos desde la llegada de los españoles.
[3] Los partidos socialistas y comunistas o eran moscovitas, o pekineses, o albaneses, etc. Al respecto, Félix Huamán Cabrera (2003) en su novela Qantu hace hablar a uno de sus personajes: “Ellos quieren hacer su revolución ‘al estilo de’, nosotros no necesitamos imitar a nadie, tenemos principios suficientes para guiar nuestro destino”. Pero es Miguel Gutiérrez quien ha trabajado la ramificación de estos partidos en su novela Confesiones de Tamara Fiol.
[4] Mariátegui fundó el Partido Socialista en 1928. Luego de su muerte fue cambiado por Partido Comunista en 1930.
[5] Durante la violencia política, el PCP-SL afrontó varias veces esa lucha de dos líneas. Se cree que Julio César Mezich y Osmán Morote fueron “entregados” a los agentes del Estado por orden de Guzmán, a raíz de discrepancias con este. Al respecto, Juan Cristóbal, periodista y poeta, relata en su cuenta de Facebbook (https://www.facebook.com/juan.cristobal.31/posts/10154484951582138) que entrevistó a miembros de Socorro Popular, publicada por el semanario Amauta. Al día siguiente de la publicación, el local del semanario fue remecido por una bomba y una nueva versión sobre los asuntos tratados por los entrevistados fue dejado por los atacantes, señalando que ellos eran los verdaderos miembros de Socorro Popular, es decir, la lucha interna  (división) lo gritaron a los cuatro vientos. Luego, en la década del 90, después de la caída del Comité Central, se llega a la escisión en dos grupos irreconciliables: unos optan por la continuación de la guerra y otros, por un “acuerdo de paz”. Los primeros acusan al segundo de derechismo y estos, de izquierdismo a aquellos.
[6] Dante Castro en La guerra del Arcángel San Gabriel, cuento, ha construido personajes que, a diferencia de estas dos novelas, se arman y repelen a tanto a subversivos como agentes del Estado. Es un final no trágico.

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