Entre sus libros de narrativa tenemos:
Del mar a la ciudad (1981), Cordillera negra (1985), Camino de zorro (1987), Hacia el Janaq Pacha (1989), Rosa cuchillo (1996), Hombres de mar (2011).
Rosa Cuchillo:
una visión mítica de la violencia. Óscar Colchado cuenta en su novela Rosa Cuchillo (1996) la historia de tres personajes que se unen por
las circunstancias de la violencia: 1) la historia de Rosa Cuchillo, madre de
Liborio, se desarrolla en primera persona; 2) la de Liborio, disidente senderista,
en segunda persona; y 3) la de Mariano Ochante, rondero, en primera persona.
Estos tres personajes, de extracción campesina, mueren en el fuego cruzado
entre las fuerzas del Estado y los senderistas.
Esta novela es un
canto al individuo, a la persona. Colchado prefiere el héroe individual al
héroe colectivo cuando hace de Liborio un personaje que busca la justicia a su
modo. No es la guerra de las comunidades andinas, sino la del individuo
Liborio, una especie de Cristo andino. En ese sentido, el título bien pudo ser
Cantar de Liborio, aludiendo a Roldán, quien, como héroe, sale victorioso
incluso después de su muerte.
El personaje de
Colchado también muere, pero las divinidades lo retornan del Janaq Pacha al Kay
Pacha. “Estoy volviendo a la tierra… me envía el Padre a ordenar el mundo… es
necesario voltear el mundo al revés” (Colchado, 1996: 273). Ese mundo donde los
campesinos andinos mueren en una guerra que no les corresponde, que no es de
ellos. Para Livorio, los dos actores de la violencia (Estado y Sendero) tienen
ideologías ajenas a los intereses de los andinos, ambos son mistis. Y ese es el
mundo al revés que él debe voltear.
En esta novela,
Colchado utiliza sus conocimientos acerca de las deidades andinas y grecolatinas.
Su personaje Rosa Cuchillo realiza un viaje al mundo de los muertos, como
Dante, el personaje en la Divina comedia,
con la diferencia de que Rosa lo hace luego de su muerte; y ella también
necesita de un guía: su perro Wayra, “Un perrito negro[1],
con manchas blancas alrededor de su vista, como anteojos” (11). Este, como
Virgilio, es quien guía a Rosa en ese mundo desconocido; sabe de los peligros y
de cómo evitarlos. “Bien abrazada a Wayra, que braceaba dificultosamente, pude
llegar por fin a la otra orilla…” (14). Cuando una de las almas en pena intenta
acercársele, Wayra se pone al frente. “Sin duda, quiere apoderarse de ti para
salvarse; pero no temas, lo disuadiré” (14). Debe defenderla ante los peligros
para que llegue a la morada de las deidades, de la cual ella es parte, porque Rosa
Cuchillo, en realidad, es la diosa Cavillaca.
En ese viaje que
hace Rosa, podemos apreciar los diversos castigos que reciben los pecadores, igual
que en la obra de Dante. Ese lugar se llama Ukhu Pacha, comparable al infierno
de la Divina
comedia. “No es igual para todos, mamita, se abre distinto para cada quien.
Yo estuve en un lugar donde había que sentarse en piedras calientes. Después
pasé a la casa de las tinieblas. Otro tiempo permanecí entre cuchillos y
objetos cortantes. También estuve en la casa del hielo. Siempre vigilado por
los demonios de las enfermedades” (66). Militares, senderistas y ronderos son
castigados ahí, como grandes pecadores que deben pagar sus culpas por tener el
mundo en caos por sus guerras.
También encontramos
el Paraíso, siguiendo la comparación con la Divina
comedia. Pero en la ficción de Colchado se llama Janaq Pacha, donde están
las almas purificadas, “allí donde están guiñando las estrellas” (12). Rosa
Cuchillo y Wayra se dirigen a ese lugar.
Liborio se
incorporó a las filas de Sendero Luminoso, que se encuentra en guerra con el
Estado por “buscar justicia para los pobres” (90). Sin embargo, este empieza a
cuestionar los planteamientos de los senderistas. La toma del poder, según él,
debe hacerlo el hombre andino. Rememora el pasado para ensalzar a las culturas
prehispánicas.
Liborio sabe de su
ascendencia divina. “¡Padre jirka! ¡Taita! Hijo de Pedro Orcco soy pues” (169).
Su madre, Rosa Cuchillo, a su vez, es la diosa Cavillaca, convertida en una
mujer mortal, que vive en la tierra junto al Dios del Viento, convertido en
perro, Wayra. “Cuando habitábamos la mansión divina, tú, yo y otras deidades
más, le pedimos al Gran Gápaj volver una temporada a vivir no como dioses, sino
como simples mortales, que queríamos tener esa experiencia” (244).
La actitud de
reordenar el mundo toma un carácter mítico, puesto que el personaje principal,
Liborio, es hijo de dos divinidades andinas. Tiene el poder divino de construir
un mundo diferente frente al caos. Colchado ha sabido escoger a los padres de
Liborio para plantear la reconstrucción del mundo desde una perspectiva mítica
andina.
Liborio representa
el mundo andino. Cuestiona la ideología de los senderistas. Coincide con ellos en
que el orden en el que se vive debe ser cambiado, pero plantea que “la
revolución tendría que ser propia, de los naturales” (257), sin el apoyo de los
“senderistas mistis” (167).
En esas largas
discusiones, logra ganarse la confianza de algunos, incluso de uno de los
mandos, la camarada Angicha, quien
Había
encontrado la reseña de una crónica del amauta indio Guamán Poma… Él también,
como Marx, hablaba de cinco edades que había pasado la humanidad…en las que
cada cierto tiempo, que duraba quinientos o mil años, se producirá un pachacuti
para borrar todo vestigio de corrupción, de degradación moral, de maldad, dando
lugar a una nueva época, de hombres limpios, puros (257).
Liborio se
considera un pachacuti. Incluso los dioses lo apoyan y no están de acuerdo con
la guerra que desarrollan los senderistas, por eso envían señales de
desaprobación que va calando en la mente de algunos.
Antolino
Páucar y Mallga estaban de acuerdo contigo en que los dioses estaban
furiosos... Clarito vieron en un resplandor que duró unos instantes, alzarse
sobre un nevado difuminándose hacia el cielo, el espantoso rostro del tamaño de
una montaña, de un hombre terrible, siniestro, que alargó sus tentáculos hacia
el techo bajo el que se refugiaban, dejándolo convertido en un montón de
cenizas, humeante (169).
El planteamiento
de Liborio es diferente a Sendero y al Estado. Ni uno ni otro, sino una tercera
opción. “Esta actitud supone un cuestionamiento de la imagen europea como
centro productor de saber (Quiroz, 2005). Se “desaliena de la ideología del
Perú oficial, y luego de la ideología de Sendero” (Vich, 2009: 56). Ambos
representan a la “otredad degradada opuesta al mundo indígena” (Gutiérrez,
2007: 397).
Es una crítica, a
través de la novela, al senderismo. Mao Tse Tung para los chinos. Huamán Poma
de Ayala para el Perú. Totalmente autóctono, aunque, en Rosa Cuchillo, no se hace referencia sobre los antepasados de
Huamán Poma, los yaruvilcas, no los incas; tampoco de su odio hacia los
mestizos, según él raza impura. Sin embargo, el planteamiento fundamental es
que solo lo autóctono salvará a la sociedad peruana, pero no guiado por
cualquier individuo, sino por un mesías, un enviado del dios andino.
Liborio abandona
las filas senderistas. Lo hace después de conocer al líder. “Gordo, de lentes,
de mediana estatura, luciendo barba abundante, apareció ante todos los
delegados el Presidente Gonzalo” (246), quien dirige un “Congreso (que) marca
un hito” (Guzmán, 1988). Ahí Liborio, que ha sido convocado, se desilusiona aún
más de los planteamientos de este.
Era
necesario suspender temporalmente los ajusticiamientos, porque eso había creado
malestar en algunas comunidades campesinas, propiciando venganzas, azuzadas por
los sinchis y los infantes de Marina. Pero a esto con gran desilusión de tu
parte, viste cómo el presidente Gonzalo se oponía, porque según dijo,
Desgraciadamente, es una barrera inevitable contra los traidores y una
demostración de fuerza del nuevo Estado (247).
Guzmán no representa
lo andino, no se ha mimetizarse con ese pueblo, a diferencia de Mezziche[2].
Lo
que más sorpresa nos causó a los comuneros fue que… un gringo llamado Mezziche,
se volviera más campesino…. De este hombre decían que era doctor… En Lima tenía
a su papá y hermanos que eran, como él, doctores… que una vez vinieron a
Andahuaylas a llevárselo a
Lima,
mas él se opuso… Se casó con una muchacha pobre, campesina (71).
Así
Liborio se convierte en el Mesías andino, un Incarrí moderno, que destruiría
tanto a Sendero como al Estado, que tienen entre dos fuegos al pueblo andino y
le imponen sus planteamientos.
Hombres de mar:
de las luchas sindicales a la violencia política. Es una novela sobre la vida de los
pescadores de Chimbote, de los años sesenta, setenta, ochenta. La pesca se
realiza tanto en lo artesanal como en lo industrial. Este último genera la
organización de los trabajadores pesqueros en sindicatos, que deviene en tres
frentes de lucha: trabajadores contra trabajadores, trabajadores contra los
empresarios pesqueros y trabajadores contra la clase política.
Las
luchas sindicales provocan la persecución
de sus dirigentes. Los gobiernos de dictadura de Velasco y Bermúdez no se
diferencian en ese sentido, tampoco el de Belaúnde, a pesar de ser democrático.
Para los diversos gobiernos, los sindicalistas son un obstáculo para la
ejecución de su modelo económico, por lo tanto, deben ser eliminados. En la
novela, el personaje que encarna tal situación es Chinchayán. “Si me encuentran
me eliminan. La dictadura quiere desaparecerme a toda costa (Colchado, 2011: 286).
Los representantes
del Estado utilizan todos los mecanismos para evitar las huelgas y la
organización de los sindicatos. Hay persecución, encarcelamientos, compra de
dirigentes, matonería, soplonería. Además, lo que nunca falla: debilitar el
movimiento sindicalista a través de la división. Para ello, Colchado introduce
en su novela a un ser demoniaco: “Viejo Tijera, como ya se sabe, anhela su
perdón y para eso se ha propuesto enfrentar a los chimbotanos en busca de
sangre para ofrendárselo” (165).
Dentro
del movimiento sindical, se puede observar los diversos partidos políticos que
pretenden dirigir los sindicatos. Izquierdistas, socialistas, comunistas y
apristas en una guerra sin cuartel, con la finalidad de eliminarse entre ellos,
dejando de lado los intereses de la clase trabajadora. Incluso llegando a
colaborar con el gobierno para destruir al otro.
Culpa
a los trotskistas, liderados por Hugo Blanco, y al Partido Comunista del Perú,
que dirige Jorge del Prado, de haber hecho abortar la guerrilla. Ellos dieron
el soplo para que la policía nos ubicara en el monte (…). Blanco había querido
ser el líder del movimiento, y como no le aceptaron se les volteó” (402).
Mientras
sucede ese tipo de situaciones, entre los trabajadores pesqueros hay disconformidad
en cuanto a las condiciones laborales. Es en esas circunstancias que Sendero
Luminoso “se lanzó al monte a tirar bala sin hacer un trabajo previo de
concientización, salvo en lugares aislados” (426).
A
diferencia de Sendero, Izquierda Unida “busca ganar espacios dentro de la
legalidad burguesa, en tanto los militantes hacemos trabajo de concientización
en la masa para la ulterior toma del poder” (401).
Esa
es la contradicción que va a socavar la estructura del izquierdismo, mientras
sus dirigentes pretenden insertarse en la vía electoral, las bases buscan
“propiciar la lucha armada, pero no a la manera de Sendero Luminoso” (426).
Ese hecho de no
llevar a cabo la violencia armada es catastrófico para el izquierdismo, porque
empieza a perder militantes. Así, Julio César Mezziche[3],
quien, como dirigente de Vanguardia Revolucionaria Político Militar, decide
tomar el poder “con las armas en la mano” (401). Considera que el discurso no
es suficiente, prefiere la acción.
En
la novela, los personajes izquierdistas finalmente son acosados y perseguidos
tanto por los agentes del Estado como por los senderistas. Ambos los consideran
obstáculos para sus fines. En la realidad
real, se puede observar esta situación, cuando la dictadura de Fujimori asesina
a Pedro Huillca y los senderistas, a María Elena Moyano. El izquierdismo entre
dos fuegos.
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