domingo, 6 de mayo de 2012

Ejecución extrajudicial e impunidad


A estas alturas de la historia ya no se puede dudar que en la embajada del Japón hubiera ejecución extrajudicial. Ni siquiera quienes defienden a rajatabla a los comandos que derrotaron a los emerretistas pueden dudarlo: un testigo ha visto con vida a un emerretista rendido (“Tito”), que fue regresado a la embajada, luego apareció muerto. No solo eso: la bala tiene entrada de atrás hacia delante en la cabeza, y fue la única bala. Así lo señala el peritaje.

Eso de meter bala con impunidad no es nada nuevo. Tiene décadas de  historia. Más de lo que se cree. El 69, por mencionar un caso anterior al 80, se disparó contra peruanos en Huanta. En base a ello, Ricardo Dolorier crea el huayno Flor de retama (Por cinco esquinas están / los sinchis entrando están. / Van a matar estudiantes huantinos de corazón). Luego tenemos el caso de los penales: 1986 y 1992. El caso Cayara. El caso Acomarca. El caso Putis (con pillaje incluido). Etc.

Sin embargo, la época en que la impunidad llegó a su máxima expresión fue en los noventa, donde un gobierno dictador apoyó y dio luz verde a la impunidad, llegando incluso a amnistiar a asesinos del caso La Cantuta y Barrios Altos. Hechos innegables desde el ángulo que se le vea. Hechos donde un grupo de personas que pertenecían a la estructura militar, ojo no un hecho aislado, con presupuesto especial, con infraestructura propia, con todas las facilidades para los operativos de la muerte, y con el reconocimiento oficial, asesinaron a supuestamente senderistas, sin ninguna prueba. Ni siquiera a 20 años después se ha dado pistas de que las personas asesinadas pertenecieran a Sendero.

Esa actitud de impunidad al parecer se está volviendo parte de la disciplina militar y policial. Porque incluso en actos que no tienen nada que ver con el senderismo y emerretismo también aparecen: el caso Calero, donde la policía lo tortura y lo asesina, para después “fabricarle” una mochila con marihuana; el caso de los supuestos delincuentes, que fueron asesinados por la policía en Trujillo, entre otros. La impunidad campea. Los actores “se saben” impunes, y hasta reciben felicitaciones por sus actos, o amnistías. Ese coronel en Trujillo. Es que según el cachaco, digo presidente Humala, ellos están por encima del bien y del mal.

Ahora bien, en el caso específico de la embajada del Japón donde sí hubo ejecución extrajudicial, los ayayeros del fujimontecinismo argumentan que fue una operación impecable, limpia. Que eso de “los gallinazos” (grupo especial que entró a la embajada con ese objetivo, no los comandos) es un invento del periodismo o de los caviares. No, no es un invento, tampoco nuevo. Lo mismo pasó el lo de las cárceles. Es parte de la disciplina militar y policial.


Para los defensores de impecabilidad de la operación de la embajada, nunca hubo ejecución extrejudicial, que en resumen es asesinato, un delito, y punto. Ni los actos de vigilia, ni las condecoraciones a la heroicidad (innegable) de quienes rescataron a los rehenes en la embajada pueden ocultar ese hecho real, donde uno, dos o tres “gallinazos”, no sabemos, haya cometido tal delito.  Tampoco se sabe quiénes son esos “gallinazos”.  Aunque, eso sí, sabemos que los “gallinazos” de los “gallinazos” son ese par de sátrapas: Fujimori y Montesinos.

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