Miguel
Gutiérrez, en su libro La generación del
50, ha comentado la obra de Gálvez Ronceros: “dijérase que el tiempo no
transcurriera, como si estuviera sustraído a las perturbaciones sociales y al
viento de la historia, y estos constituye una limitación en el realismo o en la
visión de la realidad que posee nuestro autor”. Para MG esa es su debilidad.
Aunque eso no implica que no reconozca su calidad literaria: “ha cimentado una
tradición popular y ha abierto territorios narrativos que son ahora explorados
por escritores de generaciones posteriores”.
Entre los
libros analizados por MG están Monólogo
desde las tinieblas y Los ermitaños. El
primero, por su carácter lúdico, es usado en algunos colegios como parte del
plan lector. Incluso sus cuentos aparecen en textos escolares.
Sin embargo, Cuadernos de agravios y lamentaciones, de edición posterior al polémico La generación del 50, ha pasado casi
desapercibido, donde ya no se representa el mundo campesino, sino el urbano. Y
a diferencia de los anteriores libros, esta vez sus cuentos retratan al hombre
trabajador, que se enfrenta a un sistema social opresor. Así, por ejemplo, en
“Siete y media”, un obrero se desespera porque debe subir al ómnibus antes de
7:30 a.m. para pagar su pasaje obrero (con descuento).
En “Crónica de
un día de gloria”, un mendigo pide limosna al presidente de la República, pero
es detenido y llevado preso “por intento de asesinato”.
En “Jaque mate
en cinco movimientos”, un niño nace; pero, como la madre no tiene dinero para
comprarle ropa blanca, es envuelto en papel periódico.
En “Yo vi al
ministro”, los maestros se encuentran en huelga; pero, en vez de aumento de
sueldos, los persiguen a palazos y bombazos.
En “La
Corneta, la enfermera”, “El cumpleaños del director” y “El homenaje y la
brújula” desfilan los docentes corruptos. Una crítica contundente a estos
profesores que enlodan con sus actitudes repudiables al magisterio nacional.
Se puede
apreciar en todo el libro que hay una intención de mostrar este mundo de
agravios y lamentaciones (se justifica el título), donde los palazos y los
bombazos son para los de abajo si es que pretenden hacer sentir su voz de
protesta. Aunque eso no queda solo en las quejas y nada más, porque uno de los
personajes, molesto ante tanto abuso, dice: “Lo que estas basuras merecen es un
balazo”.
Definitivamente,
los doctos en literatura y los reyes del plan lector no recomiendan libros así
de “peligrosos”, a pesar de que el autor mantiene ese fino humor, lo lúdico y
la calidad literaria.
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