A la ministra no le
gusta dialogar. Después casi dos meses de huelga magisterial cusqueña la
ministra a regañadientes aceptó dialogar. Lo mismo sucede con las otras
regiones. Semanas de huelga y nada de diálogo. Solo cuando miles de profesores
salieron a las calles apoyados por padres y alumnos (nadie esperaba ese apoyo)
y el Congreso la citara (amenaza de destitución), aceptó dialogar, pero puso
una condición: hacer un filtro de los docentes que representan a las regiones.
Pobrecita, no está en condición de poner condiciones, pero el magisterio le ha
dado ese beneficio.
Pero llegado el día del diálogo no hubo diálogo en el sentido que todos tenemos: una mesa donde puedan estar ella, los huelguistas, los técnicos, los congresistas. Estos últimos sirvieron de carteros: los representantes en un ambiente y la ministra en otro ambiente.
¿A qué se debe que ella no quiera dialogar? Se dice que es por la presencia de maestros movadefianos. Es su excusa que arranca aplausos, bueno es lo que quiere, sin embargo, nadie aplaude, porque la solución para el caso es retirar de la lista de interlocutores a esos señores y a dialogar. Tan simple.
Sin embargo, luego de ver un video donde la ministra en el Cusco toca a un niño de manera no muy amable porque estaba en otras durante la ceremonia, se puede plantear que el diálogo no va por una cuestión de discriminación étnica que arrastramos por siglos. Porque estamos seguros que la ministra habría actuado de otra manera si el niño fuera un “blanquito”. Claro, al niño se le respeta, pero no a todos los niños parece mostrar el video.
Dicha actitud también se refleja en el no diálogo con el magisterio nacional, que en su mayoría no está compuesto por “blanquitos”. Por eso, en vez de diálogo manda a sus sabuesos (policías) con gases y pinochos, primero, luego a los congresistas. Pensará: “¿Dialogar con la chusma?; no pues, pero sí podemos dialogar con los nuevos banqueros: Derrama Magisterial; ¿cómo quieren que dialogue con hijos de campesinos y ambulantes, con chunchos y serranos?, no están a mi altura. Ahora que los congresistas se ofrecieron de mediadores, los agarro de cholitos”. Ese es el lado étnico del no diálogo. Claro, que no es el único.
Pero llegado el día del diálogo no hubo diálogo en el sentido que todos tenemos: una mesa donde puedan estar ella, los huelguistas, los técnicos, los congresistas. Estos últimos sirvieron de carteros: los representantes en un ambiente y la ministra en otro ambiente.
¿A qué se debe que ella no quiera dialogar? Se dice que es por la presencia de maestros movadefianos. Es su excusa que arranca aplausos, bueno es lo que quiere, sin embargo, nadie aplaude, porque la solución para el caso es retirar de la lista de interlocutores a esos señores y a dialogar. Tan simple.
Sin embargo, luego de ver un video donde la ministra en el Cusco toca a un niño de manera no muy amable porque estaba en otras durante la ceremonia, se puede plantear que el diálogo no va por una cuestión de discriminación étnica que arrastramos por siglos. Porque estamos seguros que la ministra habría actuado de otra manera si el niño fuera un “blanquito”. Claro, al niño se le respeta, pero no a todos los niños parece mostrar el video.
Dicha actitud también se refleja en el no diálogo con el magisterio nacional, que en su mayoría no está compuesto por “blanquitos”. Por eso, en vez de diálogo manda a sus sabuesos (policías) con gases y pinochos, primero, luego a los congresistas. Pensará: “¿Dialogar con la chusma?; no pues, pero sí podemos dialogar con los nuevos banqueros: Derrama Magisterial; ¿cómo quieren que dialogue con hijos de campesinos y ambulantes, con chunchos y serranos?, no están a mi altura. Ahora que los congresistas se ofrecieron de mediadores, los agarro de cholitos”. Ese es el lado étnico del no diálogo. Claro, que no es el único.
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