Ese es el título de
una tesis* de maestría de Lucía Edith Fernández Bravo (2015, PUCP), donde
analiza los textos escolares que abordan la violencia política para demostrar
que “la memoria histórica de la violencia política peruana se construye de
acuerdo a los intereses, deseos, valoraciones, subjetividades y
representaciones de la voz enunciante” (11).
Así tenemos que los autores de
dichos textos tienen un trato condescendiente con agentes del Estado que
cometieron genocidio, a diferencia de la subversivos, a pesar de que en ambos casos
son de igual repudiables (Putis y Lucanamarca, por ejemplo). “Las medidas
contrasubversivas llevadas a cabo por el Estado y los agentes del orden en
desmedro de la población quechuahablante-campesina son mitigadas, soslayadas
y/o justificadas, hecho que no sucede cuando los actores sociales son los
agentes subversivos” (44). Esto se logra a través de “los recursos o
estrategias lingüística utilizadas para tal fin (…) el uso de nominalizaciones;
la preferencia por participantes institucionales, colectivos y abstractos”
(56).
Otro aspecto que resalta esta tesis
es el trato diferente de la violencia en Lima. “Los autores narran los hechos
de forma distante y sin mostrar algún compromiso e involucramiento” (81) con
las masacres de comunidades campesinas realizadas por los subversivos. En el
caso de la capital se “identifica con nombre propio a las víctimas asesinadas
por las fuerzas insurgentes” (82). Una visión urbana (limeña) de la violencia,
donde los otros (campesinos, andinos, amazónicos) son personas de segunda
categoría: así piensan los autores de los textos escolares, aprobado por el
Estado peruano, por supuesto.
Sin embargo, a pesar del esfuerzo de
los autores de los textos, los escolares de una institución educativa de San
Juan de Lurigancho, con quienes trabajó su investigación la tesista, conocen la
otra historia (no oficial), porque sus familiares les han contado sus vivencias
con respecto a la violencia política, dado que muchos de ellos huyeron de las
zonas convulsionadas. “Estos actores educativos representan a los miembros del
gobierno como grupos análogos a los ‘terroristas’ y construyen una categoría de
sujeto perpetrador que incluye a ambos y que refiere a aquel que atentaba sin
reparo contra la vida de inocentes” (105).
De esta manera, la escuela se
convierte en un centro de lucha por la memoria, donde la historia oficial a
través de los textos escolares pretende imponerse. En tiempos de violencia la
lucha se traducía por adoctrinar a los estudiantes. La subversión a través de
los docentes formados en la ideología subversiva; el Estado a través de la
asignatura premilitar. Esa lucha no solo fue ideológica. Comandos subversivos o
militares una y otra vez tomaron la escuela como centro de descanso o
adoctrinamiento. En otros casos, ha sido atacada a bombazos y balazos.
* http://tesis.pucp.edu.pe/repositorio/bitstream/handle/123456789/6266/FERNANDEZ_BRAVO_LUCIA_MEMORIA_(RE)CONSTRUCCION.pdf?sequence=1
* http://tesis.pucp.edu.pe/repositorio/bitstream/handle/123456789/6266/FERNANDEZ_BRAVO_LUCIA_MEMORIA_(RE)CONSTRUCCION.pdf?sequence=1
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