Los rendidos: sobre el don de perdonar[1] es un libro donde el autor, hijo de militantes senderistas muertos en
una ejecución extrajudicial, reflexiona sobre la violencia política. Pero sus
padres, al involucrarse en la subversión, también son culpables de la muerte de
otras personas.
Sé que mis padres formaron parte de este mundo. Sé que en la acción donde detuvieron a mi padre por última vez un policía fue asesinado (…)Su familia, ahora recortada de él. Solamente viuda y huérfanos. Como nosotros. Cómo pedirles perdón. ¿Debo pedirles perdón? (51-52)
Pero no solo se queda en la pregunta,
sino que lo ejecuta, pide perdón por algo que no hizo, lo hace porque siente
que la culpa está en su ADN, que le fue transmitido.
En dos ocasiones pedí perdón por mi padre. Fue un momento de confusión, porque no es que cargara con esa urgencia durante mi adolescencia o mi juventud. Fueron actos impensados que se dispararon, una cadena de sucesos pequeños que sin drama me condujeron a ello. Fueron torpes también (59).
Es que la violencia política ha
dejado miles de dolientes que a diario recuerdan a sus seres queridos y, además
reflexionan sobre lo sucedido, intentando comprender el porqué de los setenta
mil muertos.
Además estos dolientes caminan a
diario por las calles de las ciudades o los caminos del Perú, pero que en ese
andar también se cruzan con otros dolientes. Y entre tanto doliente es posible
que se crucen con el responsable de la muerte del ser querido o con el hijo o
el padre, sin saberlo. También verlo en televisión o fotografiado en los
periódicos como es el caso del autor: su padre murió en la masacre de las
cárceles en la época de Alan Carcía.
Pienso en Alan García, que sabemos fue el responsable directo junto a sus líderes políticos, de la muerte de los presos en El Frontón, Lurigancho y Santa Bárbara. No necesitamos sentencias para eso. La verdad no se materializa en una hoja de papel (…) ¿Debo odiarlo como lo odiaba mi abuela, como lo odiaba mi madre? Prefiero perdonarlo también (128).
José Carlos Agüero ha querido
compartir sus reflexiones sobre la violencia política desde la mirada del hijo
de senderistas muertos extrajudicialmente. Desde esa orilla, pocos se atreven a
reflexionar en público. Prefieren el silencio. El estigma los acalla. Los dedos
acusadores los señalan.
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