Alfredo Pita


El rincón de los muertosEsta novela presenta la historia de un periodista español, Vicente Blanco, quien viaja a Ayacucho en 1991 para hacer un reportaje sobre la violencia política. En dicha ciudad conoce a dos periodistas, Luis Morelos y Max Souza, quienes están a la caza de un escuadrón de la muerte conformada por militares. Los tres hacen un buen equipo para la investigación periodística: Luis y Max conocen muy bien la zona y Vicente, por ser español, tiene la facilidad de entrar hasta la misma zona de torturas y asesinatos, el cuartel Los Cabitos, además de entrevistar al siniestro personaje Crispín del Opus Dei, quien tiene una gran influencia en los mandos castrenses.
            Los personajes periodistas en cuestión arriesgan su vida en el trabajo periodístico: tanto Sendero como el Ejército los ven como enemigos. Saben que no sería la primera vez que asesinen periodistas. Ya para esa época habían asesinado a los periodistas en Uchuraccay en 1983. “Los campesinos los liquidaron porque los militares les habían ordenado matar a todo forastero que pasara a pie por sus tierras. Era el comienzo de la tierra arrasada, vieja táctica militar” (30), dice otro periodista que ha huido del Perú y vive en España, “En las semanas siguientes, en Lima, recibí amenazas por mi trabajo periodístico en Ayacucho, por las averiguaciones no muy precisas que había hecho en torno a al asesinato de mis colegas en Uchuraccay” (24).
            Hacer periodismo en dicho contexto se vuelve peligroso. “Si intentase irme por la carretera, el riesgo de encontrarme con las patrullas del ejército sería grande. También podría toparme con un grupo perdido de senderistas, lo que tal vez sería peor para mí” (365). En el caso de los agentes del Estado, estos asesinan con toda impunidad, saben que el poder estatal los protege, que nadie los enjuiciará y los mandará a la cárcel. Se reclaman héroes. Eso lo podemos leer en “un relato extraño, una especie de crónica de guerra escrita por un semianalfabeto” (326): “El comandante ‘Trucker’, es un intrepido y valeroso Capitán de Corbeta de la Gloriosa Marina de Guerra del Perú, un héroe de la patria que tenpló nuestro valor con su egemplo y nos enseño el camino a la victoria, mostrándonos como tenia que hacer para que los enemigos de la Patria no se la lleven fácil” (329).
            Este comandante “héroe” es el responsable directo de la muerte de un periodista. “En el cuartel de la Marina, en Huanta, por ejemplo, un colega nuestro Jaime Agüero fue desaparecido por el famoso ‘comandante Trucker’” (147). Esto es historia conocida en la realidad real: el caso del periodista Jaime Ayala y uno de sus asesinos, Capitán de Corbeta Alvaro Artaza Adrianzén, alias “Comandante Camión” en 1984. Alfredo Pita ha elegido no poner los nombres reales de sus personajes.
            Estos “héroes” son protegidos por el representante de la iglesia en Ayacucho monseñor Crispín. “Esto no va a quedar así, había espetado Crispín dando un manotazo en el aire al terminar de leer el artículo” (364).
Se refiera a un artículo que ha sido publicado en Lima por La República. Ahí Luis Morelos denuncia que en el cuartel Los Cabitos estaban torturando y asesinando a un gran número de campesinos, luego para no dejar evidencia se incineraba cadáveres. “Para eso necesitaban kerosene y petróleo” (349).
Este hecho es la prueba del comando de la muerte del que investigaban Luis y Max. Para obtener la prueba se arriesgan a ir al lugar de los hechos. “¡Lo tengo…!, dijo Max. ¡Tengo lo que necesitamos! ¿Qué…?, dijo Luis. Tengo los huesos de una mano! ¡Hallé restos mal enterrados en una fosa común!” (351).
Por supuesto que la publicación de estos asesinatos no les agrada en nada a los militares tampoco a Crispín, quien aprueba el accionar criminal con el argumento de la lucha contrasubversiva. Por ello asesinan a Luis Morelos. Pero también intentan asesinar a Vicente. Crispín le increpa al general Natividad Sifuentes no haberse dado cuenta a tiempo de que Vicente era a quien debían asesinar: “¡El plan era evidente, Morelos hizo lo suyo, ahora él (Vicente) va a intentar batir la mayonesa, hacer crecer el escándalo en Lima y el extranjero. Y más todavía de lo ocurrido a su compinche (Luis)! ¿Qué hay que neutralizarlo? ¡No pues, hijo, ahora es tarde!” (419).
Pero Vicente logra huir de Ayacucho y Perú. Vuelve a Europa para publicar todo acerca de las torturas, asesinatos y desapariciones al mismo estilo de la Alemania nazi: “Había visto Auschwitz esa noche… ¿A eso había ido al Perú?” (351).

En ese Perú había conocido a dos valientes periodistas que no se amilanaron ante el peligro de muerte, sabiendo que había un escuadrón de la muerte. Eran tiempos del grupo Colina en la realidad real, quienes en 1991 asesinaron al periodista Luis Morales en Ayacucho. También es la época en que monseñor Cipriani andaba bendiciendo y justificando las fosas comunes en Ayacucho. Luis Morales es en la ficción Luis Morelos y Cipriani, Crispín. 

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