viernes, 16 de enero de 2015

El antiestalinismo de Orwell y Ravines


Durante la Guerra Civil española, George Orwell y su partido, POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), fueron considerados ilegales por oponerse a los estalinistas, quienes tenían mucha influencia en el frente antifascista. A partir de su posición antiestalinista y antifascista escribe sus novelas 1984 y Rebelión en la granja.
            El peruano Eudocio Ravines viajó como militante comunista a diversos países, entre ellos a la URSS, donde llegó a conocer al mismo Stalin. Sin embargo, luego de años de militancia comunista renuncia y escribe su libro testimonial La gran estafa.
            Veamos algunas coincidencias en sus escritos:
            La purga descrita por Ravines donde Stalin arremete contra los antiguos comunistas, asesinándolos, apresándolos, desapareciéndolos, también se puede observar en el texto de Orwell.

Allí en el escenario estaban, acusados de los peores y más infames crímenes, los hombres sobresalientes de la revolución, los ideólogos del comunismo, los antiguos embajadores de Rusia en los países europeos; era el último grupo de los amigos cercanos e íntimos de Lenin, de los progenitores de la revolución (Ravines, 1954: 200)

La historia empezó a mediados de los setenta, épocas de grandes purgas en las que eliminaron de una vez para siempre a los primeros dirigentes de la Revolución. En 1970 ya solo quedaba el Hermano Mayor. A los otros los habían denunciado por traidor y contrarrevolucionarios (Orwell, 2013: 85)

            La fecha no corresponde a la historia, pero todo hace pensar que el Hermano Mayor sería Stalin.
            Orwell crea un personaje, Winston, que se encarga de corregir los periódicos pasados con datos que se supone deben quedar para la historia, no la verdad, sino lo que se quiere que se diga de ella. En el libro de Ravines, también encontramos esa idea de corregir datos de la historia.

Los mensajes que había recibido (Winston) se referían a artículos o noticias que por alguna razón se consideraba necesario arreglar, o, por utilizar el término oficial, rectificar (Orwell, 2013: 47).

Napoleón ordenó que llenaran con arena hasta el tope, los depósitos casi vacíos de los cobertizos y que luego fueran cubiertos con lo que aún quedaban de cereales y forrajes... informando al mundo exterior que no había escasez de alimentos (Orwell, 2012: 81)

Stalin es hombre de baja estatura, en comparación con las estatuas, pinturas y su gigantesca iconografía. Es un hombre barrigudo hasta ser panzón, defecto que parece molestarle, pues estaba evidente el empeño de ocultar su abdomen tras los pliegues de la amplia “rubashka”. En los retratos y pinturas la barriga de Stalin está incuestionablemente sofisticada, ya que era la primera vez que yo veía un Stalin tan panzón (Ravines, 1954: 37).

Se afirmaba en la prensa y en los discursos, que también se vendía mantequilla, pero jamás logré verla (Ravines, 1954: 176).

            En cuanto a la capacidad intelectiva, encontramos que los integrantes del partido de Stalin son mediocres y que la inteligencia es casi un delito.

Las sesiones del comité central, daban una sensación de suficiencia y de vaciedad al mismo tiempo; de pedantería y de ignorancia. Personas que no conocían en absoluto la materia de que trataba, daban opiniones solemnes y proponían como resolución aquella idea de la que se le acaba de ocurrir en ese instante (Ravines, 1954: 139).

Cualquier día de estos –pensó Winston con una súbita convicción- vaporizarán a Syme. Es demasiado inteligente. Ve las cosas con demasiada claridad y habla con excesiva franqueza. Al Partido no le gusta la gente así (Orwell, 2013: 64).

También encontramos el pacto entre Stalin y Hitler. Este luego atacaría la URRS, forzando así a este país entrar en la II Guerra Mundial.

Durante todo el periodo de su aparente amistad con Pilkington, Napoleón en realidad había estado secretamente de acuerdo con Frederik. (Orwell, 2012: 94).

Hitler y Stalin se habían entendido…Los nazis de Hitler y los comunistas de Stalin aparecían dándose la mano para arrear el mundo al matadero (Ravines, 1954: 247)

Hitler a pesar del pacto procediendo con criterio análogo al de Stalin, había atacado a Rusia aquella madrugada (Ravines, 1954: 269)

                Dos antiestalinistas que escriben, uno, desde la ficción; otro, desde el testimonio. Orwell para poder hacerlo tuvo que salir huyendo de España antes de que los estalinistas lo detuvieran. El caso Ravines es parecido, se desafilia del Komintern en Chile y le dice a uno de sus excamaradas: “Perdiste tu gran oportunidad (de matarme) y te va a pesar toda tu vida” (1954: 258), luego, al parecer, trabajaría para la CIA.  




Orwell, George (2012). Rebelión en la granja. Grupo Planeta.
Orwell, George (2013). 1984. Barcelona: RHM.
Ravines, Eudocio (1954). La gran estafa. Santiago de Chile: Editorial del Pacífico.

miércoles, 14 de enero de 2015

A propósito de La cautiva


La noticia del año: se sospecha que una obra teatral es prosenderista porque, uno, en ella hay diálogos donde se dan vivas al senderismo, y dos, integrantes de las FFAA no respetan los derechos humanos. Los acusadores olvidan o no saben que si un personaje de la ficción es senderista, tiene que hablar como tal; de la misma manera, si otro personaje es militar debe hablar como militar, según el desarrollo de la narración.
Pero qué se puede esperar si tenemos un ministro que solo saber correr por las calles imitando a su presidente, que además es sospechoso de haber asesinado al periodista Bustíos. De cultura nada de nada. Luego tenemos agentes de “inteligencia” (debería decir agentes de imbécil) que van a ver una obra teatral para saber si es apología o no.
Veamos dos casos donde siguiendo el “razonamiento” de estos agentes cabría la acusación de apología senderista:
Mario Vargas Llosa, porque uno de sus personajes subversivos en Lituma en los Andes dice “Este es una guerra, nadie puede decir que no va conmigo… Una guerra para acabar con los “señores”. Para que nadie se arrodille ni le bese las manos ni los pies a nadie”. Ajá, o sea, está justificando el accionar senderista, cómo es posible que nadie se haya dado cuenta de eso durante tantos años.
Gonzalo Portocarrero, porque su nombre es Gonzalo, o sea, está haciendo apología por ser homónimo del “presidente Gonzalo”, que mejor se cambie por Gonsalo antes de que lo investiguen. Además, porque en su libro Profetas del odio tiene varias citas de las frases senderistas: “Viva los comités populares”, “¡Viva el Pdte. Gonzalo! PCP”. Ah, no, este sí que es un terrucazo.
En el primer caso, vemos que se trata de ficción, donde el personaje subversivo se expresa así. Tiene que hablar como senderista para que la narración sea creíble. En el segundo caso, no se trata de ficción sino del ensayo. Y este tipo de texto requiere muchas veces que se use la cita textual para explicar el tema que se viene abordando. Y eso es lo que hace Portocarrero con el senderismo. A propósito, su libro fue repudiado por los senderistas porque les daba con palo y duro.
Esto solo son dos casos de los muchos que existen tanto en el ensayo, la narrativa y la poesía. 

sábado, 3 de enero de 2015

Bolero matancero


En el tercer libro de cuentos de Fernando Carrasco, Bolero matancero, los personajes matan a ritmo no solo de boleros, sino de huaynos, chichas, y baladas. Entonces, tenemos cuentos de balazos y cuchillos asesinos, y de yapa fragmentos de canciones con las que podríamos armar popurríes en varios géneros musicales, por lo que bien pudo titularse Popurrí matancero.
Así, en “La chicha, el amor y la muerte”, se puede leer los versos cantados de Chacalón, Los Ecos y Grupo Guinda, que servirán para colocarnos en el escenario de una fiesta chicha, donde una muchacha hermosa se encuentra entre el público para cumplir la promesa de vengar a su hermano. El asesino la saca a bailar, luego se van a un hotel, pasan la noche y al despertar los disparos cierran el cuento.
En “La encomienda”, un viudo viaja hacia un poblado de la serranía para cumplir una promesa hecha a su esposa moribunda. En el largo camino, las letras de Picaflor de los Andes y Flor Pucarina lo acompañan y le dan valor para asestar la puñalada fatal a Nefario Rojas por haber abusado de su esposa cuando era niña.
En “Corona de espinas”, se puede leer las canciones de Lucho Barrios como un preámbulo para los cinco balazos que le dará el Achiote al Búho, porque este se acostaba con su mujer mientras el primero se encontraba en prisión.
En “Gaviota del norte”, las canciones del dúo Benitez-Valencia y Julio Jaramillo ambientan la noche de un burdel ecuatoriano, antes que cuatro parroquianos, entre ellos un peruano, sean perseguidos por un grupo de ecuatorianos con picos de botella en la mano.
En “Con la misma moneda”, las letras de Leo Dan, José Luis Perales, José José, Nino Bravo y Los Iracundos sirven para que una hija recuerde cómo su padre golpeaba a su madre hasta llevarla a la muerte. Y con ese fondo musical, ella va preparando la jeringa asesina para saldar viejas cuentas con su progenitor.
En “Bolero matancero”, a Emilio Garrido, un coleccionista de discos de vinilo, la soledad lo va mortificando: ha quedado viudo y sus hijos viven en el extranjero. Mientras planifica suicidarse, los lectores podemos disfrutar las canciones de Leo Marini y Alberto Beltrán.