Martín Roldán


Ha publicado Generación cochebomba (2007), Este amor no es para cobardes (2009).

Generación cochebomba: En la novela de Roldán se puede apreciar que los atentados, desapariciones y muertes es un asunto que pertenece a la vida diaria de las personas de todas las edades. “Es que el día del primer apagón desapareció mi padre y hasta ahora no sabemos nada de él” (205). “Meterle granadas y balas a la choza llena de viejos, mujeres y niños, y después prenderlo fuego” (254). “Soportando un abuso que les duraba toda la vida, generación tras generación, y de la cual ya estaban acostumbrado” (251). Así la generación cochebomba, en realidad, está compuesta de varias generaciones.
La violencia se hace parte de la vida diaria. Ni siquiera sorprende que maten a diario a las personas. “Qué importa un muerto solo o con familia en este Perú, ¿no?” (211). Los muertos se vuelven un número más. Son solo “parte de la estadística” (321). Eso explica que setenta mil muertos es como si no hubiera pasado nada para el discurso oficial, o que alguien diga “nosotros matamos menos”[1].
A pesar de tanta barbarie, de tanta violencia, la vida continúa. La gente trabaja, come, baila, se emborracha, como si nada fuera de lo normal sucediera. “Sí se podía vivir en el Perú a pesar de los miles de muertos y asesinatos” (286). “De espaldas a la historia, se amanecieron bebiendo bajo la luz de las velas” (65).
Cada uno vive su vida. Lo que le pase a los demás no interesa. Que los otros se maten. Ese es la fórmula para sobrevivir entre tanto caos. “Lo que sucediera en el Perú y el mundo le importaba un pito” (284).
Las personas de esta generación, o generaciones, saben que en cualquier momento puede terminar despedazado por una bomba, que viven de cara a la muerte. Pero como la muerte ya se hizo rutina, no le temen. Hasta brindan por ella. “Sí, salud. Por todos nosotros: ¡La generación del Apagón y el Cochebomba” (65).
Esta generación se encuentra atrapada en un callejón sin salida, donde pensar en el futuro prometedor no tiene asidero. Así un personaje joven le increpa a un jubilado: “¿Dónde está el porvenir que construyeron cuando eran jóvenes? Fueron engañados, el futuro que ustedes hicieron se lo comieron los de arriba, su futuro, su provenir… El futuro nos llega altamente, no somos nada y sus nietos lo serán igual” (246).
Es una visión del futuro un tanto pesimista. Un lugar donde no merece la pena vivir. “Calles de mierda, tránsito de mierda, gente de mierda, sociedad de mierda… ¡País de mierda!” (9).
Esa desazón por el futuro, lleva a buscar la muerte a esta generación. Un suicidio colectivo a través del alcohol y la drogas, el abandono total. “Vamos a destruirnos, carajo” (67). Eso en el plano figurativo, dado que ese es una frase que usan los personajes antes de empezar una terrible borrachera. Pero también se presenta el caso de un suicidio cuando un grupo de jóvenes asaltan una joyería. “En vista que ya no tenían cómo huir y con los policías casi en su encima, el Innombrable cometió el último y más fatal error de su vida: con la pistola de fogueo en la mano se adelantó y disparó al aire. ¿Con qué fin? Nadie lo supo. La respuesta de la policía fue una ráfaga de AK47 que tumbó a los tres cuerpos” (320).



[1] En el año 2011, en plena campaña electoral para la presidencia, un representante del fujimorismo dijo: “Nosotros matamos menos”, haciendo alusión a los asesinatos de parte de los agentes del Estado en el periodo del gobierno de Alberto Fujimori (1990- 2000). 

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