Miguel Gutiérrez Correa


Su narrativa está compuesta por El mundo sin Xochilt (2001), Poderes secretos (1995), Babel, el paraíso (1993), Hombres de caminos (1988), La violencia del tiempo (1991), Confesiones de Tamara Fiol (2009), Una pasión latina (2010).
Confesiones de Tamara Fiol. Morgan Scott Batres, un cronista de guerra free lance, mientras hacía un reportaje sobre las mujeres de Sendero, se entera de la existencia de Tamara Fiol, una exmilitante comunista, no senderista. Entonces es atraído por una historia que le parece más fascinante que la guerra y sus atrocidades. Es la historia de una mujer que viene de un abuelo anarquista y un padre aprista, con quien se pelea cuando se entera de que tenía una amante. Deja la casa de sus padres y, ya en la universidad, abraza poco a poco el marxismo, para luego renunciar por amor.
Es una novela sobre la historia de una excomunista, sin embargo, podemos encontrar algunas escenas de la violencia política que sirven para reflexionar sobre dicho tema.
Con respecto a la escritura de una novela sobre la violencia, MG ha dicho

que no sea apología ni condena ni gratuito (y, a veces, degradado) entretenimiento, sino una exploración honrada, estética y humana, sobre un proceso tan desmesurado y traumatizante, que, incluso, puede exceder la capacidad de comprensión del propio novelista como individuo (Gutiérrez, 2007: 277)

No lo hizo de manera directa en esta novela ni en otras, a pesar de que

se encuentra en una posición privilegiada para abordar el tema de Sendero Luminoso. Conoce bien las vicisitudes de la izquierda peruana, sus escisiones, sus pugnas, sus posiciones ideológicas confrontadas, que culminaron hace algunos años, en la formación del ala pekinesa dura, el maoísmo, en Bandera y Patria Roja, en fin, en Sendero Luminoso (Sánchez, 2009:109).

Posición privilegiada del cual se ha dicho mucho, sobre todo cuando se reeditó nuevamente La generación del 50: un mundo dividido. Sus detractores esperaban una autoflagelación por haber considerado, en la primera versión del libro, a Abimael Guzmán como un intelectual de la Generación del 50: “un hombre de inteligencia superior” (Gutiérrez, 2008: 348), pero, para el fiasco de quienes querían ver a MG cargando una pesada cruz “La presente edición reproduce escrupulosamente la versión original” (Gutiérrez, 2008: 28).
Esa “posición privilegiada”, es decir, el conocimiento sobre la historia y la literaria de la violencia hizo que incluyera en su novela la caracterización de las mujeres senderistas en prisión.
De ellas se ha dicho que se volvían insensibles, que no les temblaba el pulso al momento de dar el tiro de gracia en las ejecuciones, ni un poco de remordimiento. En la novela, los “Comandos de aniquilamiento de Sendero Luminoso dirigido por mujeres” (217), también son descritas así: “Como si no supieran reír. Eran demasiado duras. Cerradas. Planas. Casi no humanas” (181), a tal punto que una de ellas no duda en aniquilar, ella misma, en un juicio popular a su propio tío, quien la había visto crecer de cerca.

La camarada no había sucumbido a la piedad e incluso no permitió que el responsable político del destacamento (ella era el mando militar) ejecutara al condenado, ya que, sostuvo, era deber suyo y solo suyo cumplir con la justicia del partido (385).

Sin embargo, ese es un aspecto de la vida de ellas. Una integrante del grupo armado que purga condena en la cárcel dice

Los militantes del partido eran revolucionarios dispuestos a entregar sus vidas por la revolución, pero no eran ni santos ni ascetas ni habían hecho votos de castidad y, aunque la podrida prensa reaccionaria afirmara lo contrario, ellas (ya para hablar del caso de las mujeres comunistas) amaban la vida y disfrutaban como cualquier humano de la fiesta y de la alegría (225).

Morgan pretende explorar más sobre el aspecto personal e individual de ellas, pero le es difícil hacerlo; uno, porque ellas mismas no quieren hablar mucho sobre el tema; dos, porque se deja seducir por las historias de Tamara. Y esa seducción hace que la “Las mujeres en Sendero son una especie de novela marginal en la novela Confesiones de Tamara Fiol de Miguel Gutiérrez. Aún se espera que les den la palabra” (Sánchez, 2009).
Queda en el tintero escribir sobre “las mujeres que habían asesinado y cometido actos de terror, pero que también habían muerto en combates francos o fueron torturadas y asesinadas al caer prisioneras” (224), también cuando fueron tratadas como botín de guerra. Aquí hay harto material para los novelistas.
A Morgan le pareció más fascinante contar la historia de Tamara Fiol, quien mientras de día era una combativa militante comunista, de noche hacía de las suyas en los bares y hostales, incluso llegando a hacer el papel de prostituta en una oportunidad.
Otro personaje que acompaña a Tamara en esas aventuras es Arancibia, quien representa a esos seres sedientos de poder y que logra sus propósitos a través del engaño y la traición.
El poder político, para este personaje, no representa de ningún modo un acto de servicio o preocupación por la sociedad. “Yo quería el poder. El poder personal y, de paso, el poder también para el pueblo” (360). El poder del pueblo supeditado al poder personal. Poder que debe brillar como una única luz, porque cuando alguien pretende opacar esa luz, inmediatamente busca destruirlo. “Odias al niño, al joven o al hombre maduro que sientes superior a ti, física y moralmente” (376). Esa actitud lo lleva a ser expulsado de varios grupos políticos.
Arancibia ha militado en el Apra, en el troskismo y en el PCP. De este último es expulsado porque “apuntaba a la liquidación del partido (y) aspiraba a mantener el viejo orden” (372). Ante esta situación opta por convertirse en enemigo de todo lo que se pinte de marxismo. “Pronto me convertiré en otro Ravínez. Pero te prometo que seré un Ravínez más feroz y eficiente” (392).
A partir de su expulsión se refugia en las instituciones estatales para continuar en sus andanzas por la conquista del poder. Esta vez tiene logros, pues se convierte en un personaje público importante, incluso en pieza clave de la lucha contra Sendero. “He escrito decenas de artículos condenándolos. Todos saben que vengo propugnando una nueva ley antiterrorista. Pena de muerte. Juicios sumarios con jueces sin rostro” (404).
Polémico personaje que es capaz de hacer lo que sea por tener el poder: “los militares me adoran. Acabo de salvarles el pellejo donándoles un material quemante. Así que podrán seguir durmiendo tranquilos” (401). Militares que pactan con este personaje que tiene una trayectoria de abogado defensor de narcotraficantes, además de un “poderoso rector mafioso de la universidad privada de la que terminó apoderándose” (331).
Arancibia es a todas luces una historia real reciente: una mezcla de Montesinos y Fujimori, de quienes algunos hacen su héroe. En la ficción, a Arancibia, y en la realidad a estos, les fue bien durante un tiempo: poder económico y social, sin embargo, Arancibia termina huyendo, luego muerto a tiros. Los otros dos también terminan huyendo, aunque no fueron muertos a tiros, pero terminaron en la cárcel.
Sin embargo, este personaje, Arancibia, es el héroe de Tamara Fiol. Ha vivido y bebido con él. Le ha seguido en todos sus arrebatos. Ha dejado la política por él. Para Tamara, Arancibia es un personaje fascinante. No lo dice, tampoco Morgan. Pero está pintado así.
La violencia política de la década del 80, en la novela, es una historia secundaria. Apenas si se menciona en el itinerario de Morgan: los apagones, cochebombas, las rondas campesinas que se conforman bajo presión del Estado, los enfrentamientos feroces entre Sendero y el Ejército, “Así actuaban siempre los militares y también los terrucos. Tú me matas a uno de mis hombres. Yo te mato a dos” (252).
La vida aventurera de Tamara impide abordar en toda su dimensión el tema de la violencia política. Sin embargo, en ese recorrido podemos apreciar la historia de los partidos de tendencia socialista, que se enfrascan en largas discusiones y luchas: los troskistas versus los estalinistas, los pekineses versus los moscovitas. Una lucha de puñetazos e insultos. Esas luchas entre ellos, según la novela, se convierte en violencia contra el Estado: “Por fin, después de tantos años de discusiones inútiles, un partido en el Perú se atrevió a iniciar y desarrollar la lucha armada en una forma que ha comprometido al país entero” (394).
En ese plano, ¿qué es lo que ocurrió realmente fuera de la novela? Se parece, en cuanto a los enfrentamientos y discusiones entre POR, POR-T, FIR, MIR, PCP, PC Unidad, VER y toda la combinación posible del abecedario. Luego, la incursión de SL.
Sin embargo, la violencia no es nueva en el Perú. “Es falso afirmar que el PCP, Sendero Luminoso, ha iniciado la violencia” (Gutiérrez, 2008: 330). El APRA sabe en carne propia de esta situación: “la masacre que propició Sánchez Cerro contra el partido y el pueblo trujillano” (128). Esto en la novela, porque también es parte de la historia de ese partido, hecho que ha sido contado Guillermo Thorndike, con lujo de detalles en su libro no ficcional El año de la barbarie. Eso, claro está, es parte del pasado y solo del pasado, porque ahora sus integrantes “ya no son sospechosos de subvertir el orden. Levantan suspicacias de índole moral y hasta delictiva” (Quehacer 175: 7).
Tamara Fiol milita en el PCP. Tiene una larga trayectoria de trabajo partidario. Es una mujer valiente que no huye de la pelea “con la policía y con la bufalería en los mítines” (26). Se ha nutrido de lecturas marxistas y se ha fogueado en los debates y las luchas, sin embargo, su accionar fuera del partido no se encuentra dentro de los planteamientos de su partido, por eso sus detractores la critican despiadadamente. “Una zorra. Una golfa. Una mujerzuela” (409). Es una mujer que gusta explorar todos los placeres. Tiene relaciones sexuales por dinero, una sola vez; también en un prostíbulo “los clientes se peleaban por sacarme a bailar” (305). Ha descubierto el mundo del sexo y la bohemia en un contexto donde para la mujer están vedadas ambas cosas, peor aún si pertenece a un partido de tipo marxista.

Recuerdo que una vez… pronuncié… tímidamente la palabra fellatio. ‘¿Fellatio? –intervino de inmediato Queca Luzurriaga-. ¿Fellatio, monada? ¡Di chupar! ¡Di mamar! ¡Estas son las palabras verdaderas y ricas!’… Fue mi maestra en muchas cosas. Claro, tuve otros maestros. Tuve un maestro” (78).

Tamara, como buena discípula, se sumerge rápidamente en el mundo de la bohemia, a tal punto que “la pasión amorosa de una luchadora y mujer de moral superior… sucumbe al poder erótico de un sujeto repulsivo como fue Raúl Arancibia” (221).
Finalmente, ella misma considera que existe una incongruencia entre su verbo y su accionar, entonces ya no le queda sino el camino de la renuncia al PCP porque “era una burguesa decadente. Irredimible. Que no era digna de pertenecer a un partido que quería cambiar el mundo y la vida” (408).
Ella elige la renuncia a la expulsión. En ese sentido es honesta, porque encuentra que su discurso de militante comunista y sus acciones no compatibilizan. Incluso Tamara en esa honestidad sobre su militancia comunista, luego de años, alejada del partido, pondrá en tela de juicio todo lo relacionado con el comunismo. “¿Qué significa que con el advenimiento del comunismo termina la prehistoria de la humanidad y empieza la historia propiamente humana? ¿La historia reciente del mundo no ha traído por tierra esta profecía?” (86).
Ese es la historia de Tamara que el cronista Morgan ha preferido a la historia de la violencia política.
Una pasión latina. En Confesiones de Tamara Fiol, Morgan, quien tenía la intención de documentarse sobre un aspecto de la violencia política, termina interesándose por la vida de Tamara. Lo mismo sucede en Una pasión latina, porque Artimidoro Correa, personaje narrador, es un crítico literario que, en los años 60,

aceptó pasar a la condición de ‘amigo’ del partido comunista de filiación maoísta cuyo órgano de prensa se llamaba Bandera Roja, en el interior del comité regional de Ayacucho de esa organización se llevaba a cabo una feroz lucha, en la que, años después de expulsiones y depuraciones, saldría triunfante ‘la facción roja’ (así la llamaban sus partidarios) que daría nacimiento al PCP Sendero Luminoso (145).

Correa es un conocedor sobre las luchas internas de la izquierda peruana, por lectura y experiencia, por lo que “estaba en posesión de algunos datos y pormenores que podrían contribuir a la historia del movimiento (Sendero Luminoso), pero decidió no hacerlo porque el único protagonista de este relato debía ser Nolasco Vílchez Temoche” (147). En ese sentido, Correa se parece mucho a Morgan de Confesiones de Tamara Fiol, quien ya había publicado un reportaje sobre la violencia política: ambos conocen el tema y están en la capacidad de escribir sobre ella, pero se inclinan por las historias de Nolasco Vílchez y Tamara Fiol, respectivamente.
Nolasco Vílchez, como personaje, tiene algunos rasgos de Tamara Fiol. Es su versión masculina. Tamara es una izquierdista radical que se trompea con la bufalería aprista y la policía; Vílchez también viene de la izquierda, que “de no ser por las argollas dentro de las agrupaciones de izquierda, él habría viajado a recibir entrenamiento en Cuba y quizá habría muerto con Heraud” (68). Tamara abandona el su militancia por Arancibia. Vílchez, por Karen Spiedel. Tamara disfruta su sexualidad y la vida bohemia en su máximo esplendor con Arancibia. Vílchez, con Karen: “La desvergonzada sabiduría de las que hacía gala Karen terminaron por arrastrarlo por el torrente de una sensorialidad liberada” (113).
Pero ¿quién es esa mujer de nombre Karen que tiene la capacidad de “arrastrar” a Vílchez? Resulta que ella es una agente de la CIA destacada en Perú, quien se encarga de convertir la vida de este personaje en algo fascinante, como para atrapar a Correa.
Vílchez es “un personaje turbio, de conciencia torturada. Como diría Fuentes, es el típico hijo de puta latinoamericano producto de una violación olvidada” (262). Su padre es “El blanquito adolescente, (que) ultraja a la sirvienta de la casa con un polvo urgente, veloz y sin memoria, la preña desde luego” (22).
Condición que es aprovechada por Karen para convertirlo en un colaborador de la CIA. Sin embargo, solo es un subordinado de ella, porque Vílchez no tiene ningún contacto directo con la agencia. Su único nexo es ella. En esas circunstancias realiza acciones de espionaje en Ayacucho a finales de los años 60.
Para él ella es su benefactora, su salvación. Así de un hombre marginado por su procedencia, se convierte en el centro de las miradas por ser la pareja de la gringa Karen. Es su forma de venganza contra la sociedad peruana que lo marginó por mucho tiempo. Luego cuando ya reside en EEUU, la vida le sonríe al lado de su esposa. Es un inmigrante latino que ha logrado escalar. A través de ella ha blanqueado su piel. A diferencia del cuento “Alienación” de Ribeyro, donde Boby se convierte en otro (se blanquea), a través de la ropa, el peinado y el talco, Vílchez lo consigue al hacerse de una esposa gringa y ser informante de la CIA. Niega su condición de “bastardo (e) indio” (257) a través de Karen y el servicio secreto de una superpotencia.
Sin embargo, la vida no le sonríe por mucho tiempo. Él se entera, después de años de convivencia, que su esposa le ha sido infiel y que los informes sobre él, enviados a la CIA, eran negativos: “se creería un gran agente secreto, cuando no pasaba de ser un triste soplón” (264). Estos hechos hacen que él termine asesinando a Karen.
Así, su razón de ser: blanco, ya no tiene asidero. El otro al que se había convertido deja de serlo. Regresa a su estado original. Nuevamente a ser el “indio y bastardo”. Ese es la tragedia de Vílchez. Y eso es lo fascinante para Artimidoro Correa.


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