miércoles, 27 de julio de 2011

Tan cerca de la vida



Leo la novela Tan cerca de la vida, de Santiago Roncagliolo. La historia se centra en dos personajes: Max y Mai. Max es un analista de logística y ha sido invitado a una convención de inteligencia artificial. Todos los invitados se sorprenden de que alguien como Max haya sido invitado a esa reunión. Él mismo también. Y al sentirse marginado, busca otras compañías. Así conoce a Mai, una camarera. Entre los dos nace un romance y tienen sus encuentros sexuales. Ella le practica a él el sexo oral y viceversa. Se disfrutan. Cada centímetro de sus cuerpos son parte del disfrute, de sensaciones nuevas. No solo sus pieles son altamente sensibles, sino también ellos mismo como entes síquicos: se entristecen, se alegran, lloran, sufren, ríen. Sin embargo, mientras Max se encuentra enfrascado en una tarea de gran envergadura que se le encomienda, se entera que Mai es un producto de las experimentaciones en inteligencia artificial. Es un módulo altamente desarrollado casi de las últimas generaciones. Casi. Porque resulta que Max también es otro módulo, de ahí sus propios nombres: Modulo Autónomo. Pero Max es un módulo más desarrollado, tiene lenguaje humano, ella no, es muda. Ambos módulos, según los especialistas colapsarán en breve, de lo contrario, se buscarán entre sí para destruirse. Han sido programados así. Él ya lo sabe. Así que una vez que termina la convención, él busca a Mai. Se van a un hotel. Están en una cama. Ella esposada. Él tiene una navaja. Pero es momento de “tomar una decisión”. No se produce la destrucción. Ambos se van como pareja. Dos seres, producto de experimentaciones humanas en inteligencia artificial. Pero altamente sensibles y con decisión propia. Esa capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, y de optar por lo bueno. Cosas así no se ven en los humanos. Si tan solo pudiéramos educar la capacidad de tomar decisiones acertadas. Se acabaría la corrupción, la explotación, la pobreza, etc.

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