A propósito del senderismo en el VRAE, uno de los nuevos senderólogos, un innombrable, ha dicho, haciendo referencia a la condición de los integrantes más jóvenes de la columna senderista, que “no conocen la ciudad, son animales del monte”. Traducción: animal montés.
O sea, la gente que no conoce la ciudad es un animal del monte, esto en el caso de que viva en la selva. Siguiendo ese raciocinio, supongo que, para el caso de la zona andina, quien no conoce la ciudad sería “animal andino”, o su variante “animal serrano”, o tal vez “serrano animal”. Y si vive en la costa, sin conocer la ciudad, sería “animal costeño”. A menos que piense el senderólogo que ser de la costa es garantía de humanidad.
O sea, para el innombrable conocer la ciudad te da el dni de humano. Ciudad = humanidad. Todo lo demás = animalidad. Animal de las rocas, animal de los ríos, animal de las cuevas, animal de los bosques de piedra, animal del mar, animal del lago, en estos últimos casos quizá sean peces, no sabemos. Habría que preguntarle.
O sea, para el innombrable, fácil bombardear toda la selva, de los que no conocen la ciudad. A quien le importa si ahí no viven humanos, sino animales del monte. Y como son animales del monte no hay derechos humanos, porque derechos humanos son para humanos. Obviamente. No hay derechos para animales de dos pies, ¿o será patas? Habría que preguntarle.
O sea, para el innombrable está justificado Cayara y Putis. Porque para él, siguiendo la misma lógica, no eran humanos, sino “animales andinos”. Entonces se podía ametrallar nomás. Hacerles excavar su propia tumba con el cuento de la piscigranja y enterrarlos ahí. Ahí no funcionan derechos humanos, ya sabemos por qué. Innombrable, dixit.
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