martes, 12 de enero de 2016

Memorias de un soldado desconocido


Lurgio Gavilán, en Memorias de un soldado desconocido, nos muestra la violencia política desde la mirada de un exsenderista, exsoldado, exsacerdote: triple ex. No es una antología de las versiones de tres personas distintas, sino la versión de una persona que fue senderista, soldado, sacerdote, en ese orden, todo en uno. En la actualidad, es antropólogo.
Por ese testimonio nos enteramos que a la edad de 12 años el autor se incorpora a las filas del PCP-SL de manera voluntaria: “llegó Sendero a mi comunidad, como la lluvia buena. Las primeras gotas de lluvia dieron esperanzas de vida, justicia social, pero las lluvias cada vez se prolongaron y vino el miedo” (55). El discurso de igualdad social había calado en la mente del joven Lurgio. Pero no solo de él, sino de muchos jóvenes y no jóvenes que creyeron que la “justicia social” estaba a la vuelta de esquina. Así muchos pasaron a la clandestinidad para empuñar las armas. Y todo el Perú se convirtió en una injusticia social a la X.
Luego de pasar varios años como combatiente cae prisionero de una patrulla del Ejército, sin embargo, contra la costumbre castrense, no se le da el tiro de gracia. El oficial a cargo le matricula en un colegio y le viste el uniforme militar. Debe estudiar pero también debe disparar contra sus antiguos camaradas.
Ya en sus andanzas de soldado entra en contacto con la iglesia y decide convertirse en misionero franciscano, sin embargo, al poco tiempo, abandona los hábitos para dedicarse a la antropología.

Y es desde la mirada de antropólogo que Lurgio nos cuenta sobre la violencia política y reflexiona sobre ella. El libro está hecho con la intención de testimoniar sobre la violencia política tal como se sucedió, sin maquillajes, con la ventaja de conocer la violencia desde dentro y desde los diversos frentes: insurgente, militar, religioso, académico. 

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