jueves, 7 de junio de 2012

Homosexualidad en el colegio

La homosexualidad no es nada nuevo. La historia lo reporta desde la antigüedad. Aquí , allá, acullá. Los incas, los griegos, los romanos.

Cada cultura ha tomado este asunto de diferentes maneras, de acuerdo a la concepción de vida que se tenga. Para el cristianismo, que es el caso de la sociedad en que vivimos, es algo pecaminoso, repudiable, que no está dentro de los planes de Jehová. Porque él, un ser asexual, ha creado al ser humano a su imagen y semejanza (pero sexual), dividido en dos géneros: varón y mujer. Y estos tienen una tarea importante: “multiplicaos”, o sea, el coito sirve exclusivamente para hacer hijitos. En cristiano, tener sexo sin hacer hijitos es pecado. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, amén.

El cristianismo repudia el homosexualismo. Recordemos la escena de Sodoma y Gomorra: cuando los pecadores querían “hacer chacha chacha” con los angelitos bajados del cielo. Imagínate. Qué tal raza, degenerados estos. Por eso murieron quemados todos. Traducción: quemar maricas, la Biblia lo dice.

Esa concepción cristiana, en todas sus versiones, campea en los ambientes escolares, donde se supone que los homosexuales son unos “falladitos” o “desviados” del camino de Dios. Por eso es común escuchar a más de un docente “no fallado” decir “pobrecito” cuando se entera que algún estudiante es homosexual. Eso en el caso más tolerante. Porque sucede también que se les “invite” a retirarse del colegio para evitar que los demás se “desvíen”.

Hay docentes que también fungen de terapeutas. Al considerar que el homosexual es un “desviado”, entonces hay que corregirlo. Y la fórmula sanadora consiste en ponerlo en situaciones de “machos”, como jugar fútbol. Así el fútbol se convierte en una terapia para “corregir” homosexuales y hacerlos bien hombres.

Hubo un caso de ese tipo en un colegio X. Después de varias sesiones de “terapia”, los docentes “terapeutas” estaban contentos: habían logrado que el chico se comporte como varón, muy macho. Pero, ups, en la fiesta de promoción llegó vestido de chica. Muy ella. Supongo que la terapia de estos docentes, estos sí eran falladitos, pero del cerebro, lo único que habría logrado es sacarle buenas piernas al “on”. Ni la depilación disimularía luego las piernas de futbolista.

Otro caso, en un colegio Y. Encuentran a dos escolares varones “en pleno chape”. ¡Expulsión! No, no, invitación al retiro. Suena mejor. Menos homofóbico. Pero el problema fue que no se les invitó a los dos, sino al “más peligroso”. Adivinaste. Al pasivo. Porque ese es “marica al 100 %”. El otro puede “regenerarse”. Le llevas a las Cucardas, una chica A1, que pague su papá porque es parte de la “terapia”. Y listo: solucionado el problema.

En el caso del homosexual pasivo, el pack de invitación al retiro incluía que, si la madre no aceptaba, se le avisaría al padre que su hijo no era “muy macho”. Y ojo que, uy curuju, era tombo. Capitán Maricielo, a la vista.

Ese es el tipo de tratamiento que se le da a la homosexualidad, en el caso de varones, al ser considerado una desviación o enfermedad, curable, según el Vaticano. ¡Cristianos estos!

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